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domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 7: Extremando precauciones (parte 2)


Irene sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo. No había oído a nadie acercarse. Apretó la pokeball en su mano como si quisiera asegurarse de que seguía ahí.
-Me gustan las pelirrojas, aunque no sean naturales.
Aquella voz le sonaba.
-Aunque siempre me den la espalda.
Irene se dio la vuelta rápidamente, con decisión. La expresión de enfado, que pretendía asustar al enemigo, enseguida se transformó en sorpresa. Allí, frente a ella, se encontraba Ingo, que la miraba levantando una ceja inquisitivamente.
-¿Me he portado mal? O quizás soy muy feo y por eso nunca te das la vuelta para verme…
-No. No… ¡No!
Ingo inclinó la cabeza hacia su derecha, preguntándole con la mirada.
-No eres feo –confesó ella, sonrojándose ligeramente-. Quiero decir, yo… Esperaba a otra persona.
-Lo sé.
Silencio.
-¿Que sabes… qué? –preguntó ella al cabo de un minuto, confusa.
El jefe del metro se acercó a ella, quedando a pocos centímetros de distancia. La miró fijamente desde arriba con sus claros ojos grises.
-¿Tienes algo que hacer ahora?
-No –murmuró Irene.
-¿Te apetece venir conmigo? –le propuso con voz suave.
-¿A dónde?
-Ya lo verás.
-No. ¿Cómo voy a fiarme de ti si no sé a dónde voy?
Ingo miró fijamente las escaleras secundarias que se encontraban a la derecha del andén. La joven siguió su mirada. No había nada allí.
-Parece que se ha ido –constató él.
-Sí… ¿Eh? ¿Quién?
Irene estaba cada vez más confusa. Plantada allí, en medio del andén vacío y frente al alto hombre, esperó una respuesta que no llegó.
-Acompáñame –insistió él.
-¿Dónde? –preguntó ella, algo arisca.
El hombre notó la actitud defensiva de la chica, que le complació. Una ligera sonrisa asomó en sus labios, apenas durando un segundo.
-¿Sabes lo que es la fe?
-Sí.
-¿Por qué no pruebas a tener un poco de fe en mí?
-No confío en nadie. Nunca –replicó Irene.
-¿Ni siquiera en alguien a quien… -meditó bien la palabra antes de decirla-… admiras?
-No. Una cosa no incluye la otra.
-No conozco a muchas personas tan precavidas como tú –comentó Ingo.
-Tengo motivos para serlo.
-No lo dudo.
Hubo un breve silencio.
-No puedes saber a dónde te voy a llevar si no vienes. Como todo en esta vida, no puedes saber qué ocurrirá tras hacer algo si no lo haces.
Irene reflexionó sobre sus últimas palabras. No dejaba de tener razón.
-Te daré una pista: te llevaré a un sitio donde no pueda hallarnos tu perseguidor.
-¡¿Lo conoces?!
-Shh –se llevó un dedo a los labios-. Ven conmigo.
Se puso junto a Irene y le tendió una mano para que ella se la cogiera, pero no lo hizo.
-Prométeme que no me harás daño.
-Podría mentirte.
Irene apretó la mandíbula, sintiéndose insegura.
-Pero hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que no te haga daño. No puedes decir lo mismo del matón. ¿Y bien…?
Movió la mano que le tenía tendida. Tras dudar unos instantes, Irene extendió su propia mano y tomó la de Ingo. Pensó que jamás le había cogido la mano a nadie, al menos no de una forma tan delicada y cálida. La única vez que recordaba haberlo hecho fue cuando Looker se la llevó de Slateport, pero estaban huyendo y resultó más bien brusco. De repente se sintió segura. El jefe del metro comenzó a caminar, guiando tranquilamente a la joven a través de la estación.

Looker y Smith tuvieron que caminar un rato por un camino terroso muy transitado por los entrenadores. Algunos de ellos quisieron incluso retarles a un combate, pero por suerte eran policías y podían saltarse las reglas de los combates obligatorios. Además, no debían entretenerse bajo ningún concepto porque la mafia se movía muy deprisa y debían alcanzarla cuanto antes.
-¿Alguna vez le has dicho a alguien tu verdadero nombre? –preguntó Matt, que tenía muchas ganas de conversar.
-No. Llevo muchos años sin pronunciarlo.
-¿Ni siquiera lo sabe tu novia?
Looker lo miró divertido.
-No tengo novia.
-¿En serio? –se sorprendió Matt-. Qué fuerte, si tienes pinta de ser un ligón.
Rieron.
-De vez en cuando se me acerca alguna mujer, pero no suele durar demasiado… -explicó.
-¿Y esas mujeres no se interesan por tu nombre? –se burló él.
Looker rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó unas tarjetas de identidad. Se las tendió a Matt, que las miró con enorme curiosidad.
-¡Oh, ya veo! Muy listo… Con que identidades falsas, ¿eh?
Looker volvió a reír, complacido, y pronto Matt se unió a la risa.
-¿Y qué hay de la jovencita esa a la que proteges?
-¿Irene? No pensarás que…
-Parece preocuparte mucho –puntualizó Smith.
-Venga ya, Matt. No seas ridículo. Ya tengo una edad… -contestó Looker, recuperando la seriedad-. Casi podría ser mi hija. De hecho, de alguna forma, la veo como tal.
-No jodas.
-En serio. Su padre lleva años buscándola para matarla. Ella nunca ha tenido una figura paterna en la que pueda confiar. Me da pena y… trato de estar ahí si me necesita –sonrió, mirando al cielo ensimismado, la melancolía en su rostro.
-Es decir, que tienes complejo de padre.
Looker asintió con la cabeza.
-Llevo ya un tiempo pensando que me gustaría formar una familia. Pero no puedo. Mi trabajo consume todo mi tiempo. Simplemente no tengo ni compañía adecuada ni valor para dejar mi puesto. Llevo ahí toda mi vida, es demasiado tarde ya.
-Nunca es demasiado tarde.
Looker lo miró tristemente.
-No me pongas esa cara –le replicó Matt-. Un día de estos te voy a llevar de copas para convencerte de que formes una familia.
El policía no puedo evitar que su compañero le sacara una sonrisa con ese comentario. Tras eso, cogió su móvil del bolsillo de su gabardina.
-Mientras tanto, seguiré preocupado por mi actual “familia”.
Escribió un mensaje a Irene preguntándole si todo iba bien. Le dio a enviar y miró de nuevo al camino. Ya se atisbaba el bosque a lo lejos.

El móvil de Irene emitió un nuevo pitido. Esta vez supo enseguida que era para ella. Miró a su izquierda, preguntándole con la mirada a Ingo si podía cogerlo. Él asintió levemente.
-Hoy está cultivado con los mensajitos… -murmuró.
“¿Va todo bien?”. Looker.
-El poli –dijo de repente Ingo.
Se había acercado tanto a su hombro que Irene se asustó y dio un respingo.
-No… mires… mis mensajes por encima de mi hombro –le reprendió, cerrando los ojos con fuerza.
-Pues no los leas en mi presencia –fue todo lo que respondió él.
Irene apretó los labios, enfadada. Ingo inclinó la cabeza, su mirada inocente.
-Yo sé lo que es la fe. ¿Sabes tú lo que es la privacidad?
-Algo que no te salvará la vida, me temo. Aunque tú creas que sí.
Irene lo miró apesadumbrada.
-Tenemos que hablar –le dijo el jefe del metro-. Y ayudaría que no me ocultaras ciertas cosas. Es privado, lo sé –añadió con rapidez cuando ella quiso replicar-. Pero sabes que esto es serio. Ambos lo sabemos.
La joven lo observó. El rostro de aquel hombre estaba muy serio.
-Un lugar tranquilo –susurró-. Vamos. Ven conmigo.
Volvió a cogerle la mano y reanudó la marcha.
-Y no te enfades –añadió, dándole un ligero apretón de confianza en la mano-. Yo también tengo muchas cosas que contarte. Y sí, son privadas.

El bosque estaba oscuro a pesar de que algunos rayos de sol se colaban esporádicamente entre las ramas de los árboles.
-El lugar perfecto para traficar –comentó Smith.
Se veían dos caminos frente a ellos: uno recto, de asfalto y directo a la salida que daba al puente Skyarrow, y otro más largo que se abría paso entre la vegetación, dificultando el avance en numerosas ocasiones. Probaron a investigar primero el camino más directo, pero era demasiado transitado para que pudiera ocurrir algo fuera de lugar. Pese a todo, hicieron preguntas a varios entrenadores que solían moverse por allí, pero aseguraron no haber visto nada. Volvieron a la entrada y tomaron el camino alternativo. La presencia de pokemon salvajes los retrasaría, por desgracia. Atravesaron la maleza con cuidado, evitando hacer ruido o alertar a alguien, y escucharon cualquier sonido que pudiera llamarles la atención. Fueron avanzando paso a paso, algunas ramas crujiendo bajo el peso de sus cuerpos.
-¡Alto ahí! –gritó alguien a lo lejos.
Los dos agentes se detuvieron y miraron frenéticamente a todos lados hasta que vieron a un hombre vestido de naranja que se acercaba a ellos corriendo y esquivando obstáculos con enorme agilidad.
-¿Quién eres? –preguntó Looker-. ¡Somos policías!
El hombre llegó frente a ellos y se detuvo en seco. Una expresión de confusión traspasó su rostro.
-¿Polis? ¿Qué ha ocurrido?
-Dinos primero quién eres tú.
Era un joven rubio vestido con ropa adecuada para moverse por el bosque. Looker se fijó en que llevaba una cuerda y otros utensilios en el cinturón.
-Soy Harry, Pokemon Ranger.
-¡Un Ranger! –exclamó Smith-. Entonces supongo que conocerás bien el bosque.
-Como la palma de mi mano –afirmó Harry, orgulloso-. ¿Qué buscáis?
-Buscamos a tres hombres, posiblemente italianos, que se dedican al tráfico de droga. Estuvieron en este bosque ayer al atardecer.
El rostro de Harry se ensombreció de repente.
-Sí. De mediana edad, morenos y malhablados. ¿Me equivoco? Los vi ayer.
Los policías se pusieron en alerta.
-Estaban más atrás, cerca de la entrada. Es fácil esconderse entre los árboles, pero los descubrí porque armaron mucho jaleo y los pokemon salvajes se alborotaron. Los estuve vigilando. Estuvieron aquí alrededor de media hora. Llegó un hombre perteneciente a un club de macarras de Nacrene y se pusieron a hacer negocios. Los italianos le vendieron un buen montón de droga. Luego se marcharon: el del club volvió a Nacrene, pero los camellos se fueron por el otro lado, hacia el puente. Tardaron más de una hora en volver sobre sus pasos hacia Nacrene. Ya era noche cerrada por entonces. Pensé en avisar a la policía, pero no he podido hacerlo hasta ahora porque aún tenía que vigilar el bosque. Al menos puedo asegurar que no han aparecido hoy por aquí.
-Bien. ¿Sabes dónde viven esos macarras de Nacrene de los que nos has hablado? –preguntó Smith.
-No, pero sí oí a los italianos decir que tenían un almacén cerca de las antiguas vías del tren.
-Oooh, eso es una buena pista –murmuró Looker, satisfecho.
-Me temo que no sé nada más –se disculpó Harry.
-No te preocupes, nos has ayudado mucho. Gracias.
-Y no olvides avisarnos si descubres algo nuevo –le recordó Smith.
Volvieron sobre sus pasos con toda la rapidez que pudieron alcanzar. Su próximo destino eran los almacenes.

Cuando hubieron pasado una puerta de acero, Ingo la cerró con llave. Estaban en un pasillo oscuro, iluminado solamente por una lámpara de gas que el hombre llevaba consigo.
-No sabía que aún quedaban lámparas de éstas –comentó Irene.
Ingo rio por lo bajo.
-En realidad lleva una bombilla dentro –explicó-. ¿Pero a que da el pego?
Irene sonrió. Siempre había un detalle de él que la sorprendía. Recorrieron el pasillo y bajaron unas cortas escaleras de cemento. Frente a ellos aparecieron las vías del metro.
-Un lugar tranquilo y silencioso, a pesar de los trenes que pasan de vez en cuando –constató.
-¿No es peligroso caminar por aquí?
-No. Vengo aquí a menudo y, como ves, sigo vivo, para desgracia de todos.
Irene perdió la sonrisa tras el último comentario. Sintió un fuerte deseo de cogerle la mano de nuevo, pero tuvo miedo de que él se enfadara.
-Me gusta este sitio por el silencio; tan valioso y tan difícil de conseguir…
Clavó su mirada en ella durante unos segundos antes de ponerse a andar, tomando el camino de la derecha. Irene lo siguió sin preguntar nada, esperando a que fuera él quien hablara. Tal y como pensó, el hombre se lo tomó con tranquilidad, caminando en silencio durante unos minutos. Tras ese tiempo, él dijo:
-Ya estamos solos.
-Llevamos solos un tiempo.
-Pero yo también soy precavido. Además, necesitaba ordenar mis ideas.
Hizo una breve pausa. La miró a la cara.
-¿Quién eres, Irene?
Ella meditó bien su respuesta. Era consciente de que aquel hombre sabía a la perfección cómo ser directo y hacer preguntas que fueran al grano.
-Soy una entrenadora.
Ingo suspiró.
-Además de eso.
-¿Qué quieres que sea?
-Eso me lo tienes que decir tú. Viajas con un policía y te vigila un matón.
La joven se detuvo con brusquedad.
-¿Cómo sabes eso? –preguntó, poniéndose a la defensiva.
-Para tu información, tengo ojos.
Irene dio un paso atrás inconscientemente. El jefe del metro la miró extrañado.
-No pensé que te sentaría tan mal que te observara.
-¿Por qué lo haces?
Ingo miró al techo de reojo antes de responder.
-Porque yo también he tenido problemas con el matón.
La chica tragó saliva al oír la última palabra.
-Miento –rectificó-. Él tuvo problemas conmigo. El caso es que lo conozco de antes.
-El policía que me acompaña me lo comentó.
Ingo permaneció en silencio, pensativo.
-Curioso. Parece que las noticias vuelan, pero él aún no ha venido a hablar conmigo.
-¿Tiene que hablar contigo? –se extrañó ella.
-No lo sé. Es lo que suelen hacer los policías, ¿no? Interrogan a la gente que sabe algo.
Irene no contestó, limitándose a reflexionar. De un día para otro, había pasado de estar frente a un simple entrenador poderoso a hablar con una persona que podía intuir la verdad que ella ocultaba. Conocía al matón y sabía que ella viajaba con un policía. ¿Qué más sabía ese hombre…?
Ingo trató de acercarse a ella, pero la joven retrocedió, asustada.
-No te voy a hacer nada –trató de calmarla, su voz suave.
La chica no pareció muy convencida y permaneció a varios pasos de distancia.
-Ayer nos llevábamos bien, ¿recuerdas? –continuó.
Ella asintió, aún dudosa.
-¿Cómo… -su voz le tembló-… cómo has sabido que el mensaje era del policía?
El jefe del metro estudió bien su respuesta. No quería asustar más a la muchacha. Su intención desde el principio había sido conocerla mejor, no alejarla de él.
-Conocí a Looker hace unos meses. Un caso nos unió. ¿No te lo ha contado?
Por la cara que puso Irene, dedujo que ella no tenía ni idea.
-Resumiendo, había un chico loco que quería matarme. Looker vino aquí para investigarlo y detenerlo.
-Y te ayudó, ¿no?
Ingo miró a la pared haciendo un gesto raro.
-En realidad lo ayudé yo a él.
Irene no pudo reprimir una pequeña sonrisa, pese a que seguía algo asustada.
-Has dicho que alguien te quería matar…
-Sí.
-¿Por qué?
Ingo negó con la cabeza.
-No lo sé. Era un asesino en serie. Igualmente no me extraña que alguien quiera matarme.
La joven lo miró desolada. Le partía el corazón oír esas palabras tan duras. ¿Por qué se odiaba tanto? Permaneció de pie, paralizada tras escuchar esa explicación. Ingo aprovechó para seguir hablando y alejar el tema.
-Luego llegaron los mafiosos que intentaron hacer negocios con nosotros. Nos opusimos y todo fue bien, pero entonces aparecisteis Looker y tú. Cuando vi que el matón os vigilaba en plena estación adiviné que investigabais a la mafia, pero no dije nada a nadie. No quería llamar la atención, pero no he dejado de observaros.
La miró fijamente a los ojos. Irene le sostuvo la mirada, por difícil que le supusiera al notar cómo la atravesaba.
-Pero tú no me cuadras en la historia. No eres policía.
-No.
-Dime quién eres.
-No necesitas saberlo –respondió ella con decisión.
-Qué difícil eres –comentó, entornando sus ojos grises.
Irene estuvo tentada de responderle algo similar, pero se calló y se limitó a cruzar los brazos en actitud defensiva.
-Vale… ¿Me sujetas la lámpara un momento?
Ella accedió. Cuando la tomó en sus manos, Ingo metió la suya en el bolsillo del abrigo de la joven, con gran rapidez.
-¡Mi móvil! –gritó ella.
Intentó quitárselo, pero el hombre era demasiado alto y no alcanzaba sus manos, que estaban en alto, trasteando con el móvil.
-Te lo devolveré pronto, no te preocupes –murmuró ensimismado.
-¡Claro que me preocupo!
Para su desgracia, no pudo hacer más que esperar a que el jefe del metro terminara y se lo devolviera.
-Eso es abuso de poder –se quejó mientras tanto.
-Y de altura –añadió él.
-¿Y lo dices tan tranquilo?
-Sí.
Hubo un silencio tan solo interrumpido por el sonido de las teclas del móvil al ser pulsadas.
-Tienes una agenda de teléfonos muy extensa –ironizó él.
Irene miró al suelo, dolorida y avergonzada por ese comentario. Sintió una fuerte confusión: aunque Ingo le caía bien, hacía comentarios que podían afectarle mucho. Él la miró de reojo, sin que ella se diera cuenta, y percibió el estado de ánimo de la joven. Dedujo que se había pasado con sus palabras, pero simplemente siguió investigando el móvil.
Para alivio de Irene, se lo devolvió poco después. Lo guardó apresuradamente en el bolsillo del pantalón, al que era más difícil de acceder.
-Sigamos andando –dijo él.
Ella lo siguió enfurruñada y no hablaron en un buen rato. Cuando llegaron a una bifurcación comprobaron que todo estaba en orden y se dieron la vuelta para volver al principio. Tras varios pasos, ella se atrevió a decir:
-¿Por qué cuando te enfrentaste a mí no tomaste una táctica defensiva? Dicen que sueles hacer eso para poner a prueba a tus contrincantes.
Ingo la miró de reojo, perplejo. Ella seguía detrás de él y le sorprendió que le preguntara algo; estaba convencido de que ella no volvería a hablarle.
-No necesitaba ponerte a prueba.
-¿Por qué?
-¿Una entrenadora que gana veinte batallas seguidas en un mismo día? Es obvio que eres fuerte.
-Entonces, si hiciste una excepción conmigo, quiere decir que… -no supo cómo terminar la frase.
-Que eres excepcional –concluyó Ingo.
Hubo tal silencio que el jefe del metro tuvo que mirar tras sí, temiendo que Irene se hubiera muerto o algo. La encontró muy sonrojada y tan absorta en sus pensamientos que no vio a Ingo detenerse y se chocó contra él.
-¡Lo siento!
-Ahora mismo podrías iluminar el túnel con una preciosa luz roja –bromeó él.
Irene se llevó las manos a las mejillas.
-A juego con tu pelo –añadió.
La joven se mordió el labio. A Ingo le divirtió mucho verla tan avergonzada. Definitivamente quería volver a verla.

8 comentarios:

  1. [A ver si ahora sí...]
    Jo, yo esperaba que Looker cogiera a Matt de la mano y cruzaran corriendo la maleza, a lo Crepúsculo.
    En fin, muy buen trabajo, con final de capítulo emocionante a la par que sugerente...

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  2. Wiii tenía mis sospechas de que fuese Ingo *-*

    Jo, como se nota que no he jugado a los juegos actuales, no sé lo que es un Ranger D:

    Muy interesantes los diálogos de este capítulo, me ha gustado saber más sobre Looker. Y la entera situación de Irene e Ingo me ha tenido preocupado en ocasiones, siendo tan directo y hasta quitándole el móvil XD, temía que Irene se enfadase con él y se le cayera el mito.

    Esperando para el próximo capi ^^

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    1. ...¿Pero no habías jugado al Esmeralda?

      La culpa es de los padres, que les dan móviles a las hijas y luego pasa lo que pasa.

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    2. Uuh pues debo estar fatal de la memoria, no me suena... D:

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  3. Las pullitas molan, son la salsa de la life.

    Sí, ya... Quieres que acaben liados porque te lo conté hace unos días... xDDDD

    Gracias ^^

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  4. "A Ingo le divirtió mucho verla tan avergonzada"
    Chananananananan, ¡¡tensión!!

    Ya estaba tardando en comentar, pero creo que tu historia en general es buena. El personaje de Irene es más accesible y humano que otros de su tipo y eso le añade carisma. ¡Lo estás haciendo bien! También has sabido mezclar bien lo de distintos universos (capos de la mafia de Italia, chica de Hoenn en Unova...) y administras bien las partes que son solo diálogo (no son tediosas, ¡menos mal! Y además tienen puntazos como que Looker se mete botox xD)

    ¡A ver cuándo hay más!

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    1. Ah, me alegra mucho leer este comentario :) Sobre todo saber que no es tedioso, es una de las cosas que más me preocupan a la hora de escribir.

      Gracias por tu opinión, espero poder subir más pronto ^^

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