La tercera ronda fue más dura que las
anteriores, como cabía esperar. Los entrenadores de los nuevos vagones tenían
bastante más experiencia y se dedicaban mucho más al combate que la gente
normal. Además, el cansancio y las malas noticias habían hecho mella en Irene,
pero la joven se había enfrentado a situaciones peores. Estaba dispuesta a
ganar como fuera, por ella y por sus amigos pokemon, que se habían esforzado tanto
para llegar hasta allí.
El peor momento llegó en la vigésima
batalla. Se enfrentaba a una chica que debía tener más o menos la edad de
Irene, y, al parecer, había sufrido un desengaño amoroso, con lo que había
decidido desahogarse con la viajera. Eso no habría supuesto un gran problema si
no fuera porque los ataques que ordenaba eran muy peligrosos, más de lo
habitual en cualquier reto de ese tipo. A Irene solo le quedaba ya Gardevoir,
que resistía como podía los ataques del Milotic enemigo. Por desgracia,
Gardevoir había tenido que concentrarse durante toda la batalla en proteger a
su entrenadora, así que no había tenido tiempo de atacar. Si bajaba la guardia,
Irene podría salir herida. Pese a ello, la entrenadora era consciente de que la
única opción que quedaba para ganar era lanzar un ataque crítico.
-¡Gardevoir, concentra tu energía y usa
Rayo!
Gardevoir la miró con inseguridad, sin
saber si seguir las órdenes o seguir protegiendo a Irene. Ella le hizo un gesto
con la cabeza, que el pokemon interpretó como un “no te preocupes por mí”. Ya
habían hecho aquello en anteriores ocasiones. Gardevoir conocía de sobra a su
entrenadora y sabía que se las apañaría para apartarse de los ataques y no
hacerse daño. Al fin y al cabo, la victoria era tanto del equipo como del
entrenador, y ambas partes debían dar lo mejor de sí mismas. Así, en el
siguiente vagón, el jefe del metro vio interrumpida su lectura por un intenso
resplandor y un grito de alegría.
“Ya viene”.
Aunque no lo demostró físicamente, le
complacía tener por fin una visita. Nadie lo había retado aún y empezaba a
aburrirse demasiado en la soledad del último vagón.
Irene curó a su equipo, miró con desdén a
su difícil contrincante (ahora sentada y enfurruñada), cogió aire, abrió la
puerta del último vagón y la cerró con cuidado, su vista fija aún en la lámina
de metal que separaba los dos coches. Suspiró. Estaba nerviosa por la emoción,
no solo al haber obtenido la victoria sino también por el hecho de haber
llegado hasta el último entrenador. No se atrevía a mirar al poderoso
contrincante que la había estado esperando.
Hacía mucho tiempo que no retaba a ninguna
persona tan importante y con tanta experiencia. Recordó que las situaciones así
le daban una satisfacción difícilmente obtenible por otros medios: tener el
honor de enfrentarse a una persona tan respetable la hacía sentir muy
afortunada. Por eso, incluso aunque perdiera, un combate así le merecía mucho
la pena.
Como estaba de espaldas al otro entrenador,
aún no había podido verle la cara, pero sí percibió el sonido de sus pasos al
acercarse éste a ella. Sintió un nudo en el estómago.
-Creo que tu última contrincante se ha
puesto un poco violenta. Espero que no te haya hecho daño –dijo él, su voz
grave y suave.
Irene se atrevió por fin a mirarlo. Él era
mucho más alto que ella (le sacaba cabeza y media), lo que le produjo una gran
impresión. La miraba desde arriba, su rostro muy serio y atravesándola con sus
ojos grises.
-Oh… -se lamentó al verle la cara a la
joven-. Te ha hecho daño.
Ella se palpó la cara. Había notado escozor
en su mejilla izquierda. Algo empalagoso mojó sus dedos: tenía un poco de
sangre. No le llamó la atención lo más mínimo, pues ya estaba muy acostumbrada.
-No es nada –dijo ella con timidez.
-Nunca hemos dicho que nuestras batallas
estén exentas de ciertos riesgos, pero no
me gusta –remarcó las tres últimas palabras- que algunos entrenadores
alocados lleven sus ataques al extremo sin motivo.
Silencio. Irene no sabía qué decir al
respecto. La presencia del jefe del metro le imponía tanto respeto que temía
decir algo que no debiera.
-Hablaré con ella. No volverá a pasar. Te
pido disculpas.
Irene sonrió para indicar que aceptaba sus
disculpas, aunque pensó que no era él quien tenía que darlas. El jefe del metro
se alejó de ella, posicionándose al otro lado del vagón. A la joven le llamó la
atención que aquel hombre caminara como si fuera un militar. Su uniforme negro,
que incluía un largo abrigo y una gorra militar, ayudaban a conferirle esa
imagen.
-Ahora sí, te doy la bienvenida al Metro
Batalla. Yo soy uno de los jefes, Ingo. Dime, ¿cuándo comenzaste a combatir en
nuestras instalaciones?
-Pues… Hoy. Esta mañana.
-¿En serio?
Ingo parecía ser un hombre que mostraba
pocas emociones, pero esta vez se había dibujado en su rostro un leve gesto de
sorpresa. Irene sintió que un nuevo ataque de timidez se apoderaba de ella. No
le gustaba presumir antes los demás, así que se limitó a asentir con la cabeza,
desviando su mirada al suelo.
-Está muy bien. A la gente le cuesta varios
intentos llegar hasta aquí –comentó él. Tomó aire mientras parecía dudar, y
finalmente se atrevió a decir-: Ahora tengo más curiosidad por combatir contra
ti.
La chica vio que el hombre se acercaba un
poco hacia ella.
-Pero debes de estar cansada –murmuró.
-Sí, un poco. Pero no es nada.
-Creo que no sería justo combatir ahora
mismo. Yo aún no he luchado hoy y no puedo comparar mi cansancio con el tuyo.
-No pasa nada, puedo…
-Shh –la calló-. Sin rechistar. Aún queda
mucho tiempo. Hablemos un poco.
Ingo ciertamente no era un tipo hablador, y
pocas veces exigía mantener una conversación con otra persona. Sin embargo,
había visto a la chica antes, en compañía del policía. Le había llamado la
atención por diversos motivos y había decidido que quería saber un poco más de
ella. Desde luego, no era la típica entrenadora que llegaba hasta su vagón con
ganas de dejarlo para el arrastre.
-¿Cómo te llamas?
-Irene.
-¿De dónde eres?
-De Hoenn.
El hombre levantó ligeramente una ceja.
-No tienes acento de Hoenn.
-Soy italiana. Pero he vivido toda mi vida
en Hoenn.
-Ya veo. ¿Qué te ha traído a Unova?
Irene no respondió. No quería mentir, pero
no debía contarle la verdad a cualquiera. Seguía estando nerviosa y no era
capaz de recordar sus excusas más típicas. Mientras tanto, Ingo la miraba fijamente,
dando la sensación de que la analizaba al detalle. “Es inteligente, no se
creería una mentira”, pensó ella. Los nervios la traicionaron con un temblor en
el labio inferior. Por supuesto, al jefe del metro no se le escapó este
detalle, pero en lugar de preguntarle alguna cosa comprometida, pareció
entender que no debía seguir por ese camino.
-¿Turismo o combates?
Irene tardó unos segundos en entender el
significado de la pregunta. Ingo le había dado una vía de escape a una
situación incómoda.
-Combates.
-Interesante. ¿Has combatido mucho?
-No. Llevo poco más de una semana aquí.
-¿Y has probado primero el metro, entre
tanta oferta? Es un honor.
Irene no pudo evitar sonreír con inocencia.
-Supongo que has combatido mucho en Hoenn
–continuó él-. ¿Hay mucha diferencia entre los combates allí y los de aquí?
-Sí. Los pokemon son muy diferentes. He
visto hoy muchas especies nuevas que no conocía. Y la gente aquí parece
tomárselo más en serio. Allí en Hoenn hay unas instalaciones parecidas… La
Torre Batalla. Pero hay mucho más espacio para combatir. Aquí es más difícil…
-¿Te gusta este sistema? ¿O quizás es
demasiado difícil para ti?
-Oh, no, me gusta este sitio. Es muy…
original. Y exige más destreza –contestó ella, convencida.
-Cierto. Limita más los movimientos. Pero
eso también puede ser una ventaja.
-Sí… -murmuró ella.
Tras haber analizado el resto del vagón, se
atrevió por fin a mirarlo de nuevo. Tuvo la sensación de que aquel hombre se
estaba divirtiendo con la charla. Además, no había dejado de observarla en
ningún momento.
-¿Te parece bien si combatimos ya? Quiero
ver qué habilidades traes de Hoenn.
Irene asintió entusiasmada. Tomaron sus
posiciones a cada extremo del vagón. La joven lanzó a Skarmory, mientras que su
contrincante eligió a Chandelure. Ella no había visto nunca a ese pokemon y se
mordió el labio, sin saber qué movimiento elegir. Al final decidió usar
Tornado. Para su desgracia, el pokemon enemigo usó Protección. Inmediatamente
después, Ingo ordenó a Chandelure que usara Lanzallamas. Ni la entrenadora ni
su pokemon esperaban ese ataque. Irene le gritó a Skarmory que lo esquivara,
pero todo fue tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar, y el pájaro de
acero recibió de lleno el poderoso ataque de fuego. Tal era su potencia que
Skarmory quedó debilitado al instante, yaciendo en el suelo con el cuerpo
repleto de quemaduras. Irene, muy confusa, lo devolvió a su pokeball.
-Lo has hecho muy bien –le murmuró.
Sintió una fuerte desazón al ver que su
primer pokemon ya había caído con semejante facilidad. Al otro lado del vagón,
el jefe del metro seguía mirándola fijamente.
-¿He sido muy directo?
-No te preocupes –le respondió ella.
No necesitaba que su contrincante redujera
la potencia de sus ataques para darle una oportunidad. Prefería perder a que le
hicieran más fácil el camino. Decidió sacar a Gardevoir y confiar en sus
poderes psíquicos. La elegante pokemon flotó en el aire cuando se vio liberada
de su pokeball. Irene confiaba plenamente en ella, pero cuál fue su
desesperación al comprobar que el pokemon enemigo también era de tipo Fantasma.
Gardevoir era rápida, pero el espacio dentro del vagón le dificultaba sus
movimientos. Tal y como le había dicho Ingo poco antes, aquello podía ser una
ventaja, aunque en este caso fuera para Chandelure, que pudo encajarle dos Bola
Sombra a Gardevoir sin mayor problema. Resignada, Irene devolvió a su
debilitada compañera a la pokeball.
“Lo siento tanto…”
-Tu último pokemon. Sorpréndeme.
Irene, con rabia contenida, lanzó a
Blaziken. Supuso que, a pesar de que los ataques de tipo Lucha resultaran
inútiles en aquella batalla, al menos podría aguantar bien los ataques de
fuego. Decidió pagarle a su rival con la misma moneda, ordenando a Blaziken que
usase Lanzallamas. Su sorpresa fue enorme al ver que no le afectaba en absoluto
al enemigo, que absorbió el mar de llamas con gran facilidad.
-¡Está bien, usa Terremoto! –gritó Irene.
Blaziken llevó a cabo el movimiento con
gran precisión, haciendo temblar todo el tren. Ambos entrenadores tuvieron que
sujetarse a las barras para no caerse. Chandelure, por su lado, retrocedió con
el impacto, quedando un tanto aturdido.
-Aguanta –le dijo Ingo-. Usa Psíquico.
El pokemon fantasma llevó a cabo el ataque
con gran rapidez, alcanzando de lleno a Blaziken, que cayó de espaldas al suelo.
El hecho de que el ataque resultase inesperado se unió al impacto del pokemon
contra el suelo, dejándolo debilitado por el golpe.
Irene tardó unos segundos en encajar la
derrota. Se sentía terriblemente culpable cuando hizo regresar a su pokeball a
su compañero pokemon. Cuando Ingo se acercó a ella, ésta le dijo,
apesadumbrada:
-Me has machacado.
-Pero lo has hecho muy bien –la consoló
él-. He ido con todas mis fuerzas. Si no, habría sido más difícil para mí.
-Pero…
-Tu equipo ha tenido la mala suerte de
encontrarse con una desventaja común. Skarmory no soporta el fuego, Gardevoir
es débil contra el tipo Fantasma, y has usado un ataque de fuego contra
Chandelure, que absorbe el ataque y lo aprovecha para hacerse más fuerte. Pero
eso no lo sabías, claro.
Ella negó tristemente con la cabeza.
-La próxima vez será mejor. Aún así, busca
otra estrategia.
-Sí…
Irene se quedó de pie en medio del vagón,
con la mirada perdida en el suelo y analizando lentamente su derrota. Mientras
tanto, el jefe del metro fue hacia una esquina del vagón, tomó una caja de
metal de una de las estanterías de acero, rebuscó en la caja y, cuando hubo
encontrado lo que quería, regresó al lugar en el que permanecía la joven
ensimismada.
-Mírame –le dijo.
Ella obedeció. Vio que Ingo sujetaba una
tira de papel entre los dientes mientras le inmovilizaba la cara con una mano. Con
la otra, le limpió la herida de la mejilla con un algodón empapado en alcohol.
Ella gimió débilmente por el escozor, pero aguantó todo lo que pudo sin
quejarse. Después de limpiarle la herida, el hombre rasgó el papel que había
sujetado antes, e Irene descubrió que contenía una tirita. Él se la colocó en
la mejilla con delicadeza y la miró con orgullo mal disimulado por un trabajo
bien hecho.
-Ya está –le susurró.
-Gracias –respondió ella con timidez.
Él le guiñó un ojo antes de volver a la
esquina para reordenar el botiquín.
Irene empezaba a entender por qué había
perdido. Notó que el tren llegaba ya a su destino y se apresuró a decirle algo
al jefe del metro (no sin vencer antes el reparo que le supondría). Se acercó
hasta quedar tras él, que seguía dándole vueltas al botiquín.
-Te admiro.
Ingo notó cómo se le paralizaban todos los
músculos del cuerpo. Fijó la vista en el botiquín, esperando a que llegara
alguna explicación.
-Luchas genial. No me esperaba semejante
derrota. Creo que, aunque hubiese conocido las habilidades de tu pokemon o
hubieses elegido a otro, habría perdido igualmente. Pero he aprendido mucho de
ti y me encantaría poder volver a combatir contra ti. No me importa perder, de
hecho ya es un honor que me des la oportunidad de poder luchar. Sé que eres una
persona muy importante y que debes de combatir contra otra mucha gente importante
y…
Irene no era capaz de encontrar las
palabras para expresarse. Aquello le daba mucha vergüenza y tampoco recibía
ninguna reacción por parte de Ingo.
-Y… Gracias por preocuparte por mi herida
–finalizó.
Ingo se dio la vuelta, la sorpresa reflejada
en sus ojos. El tren se paró: era hora de irse.
-Puedes volver cuando quieras. Me gustará
volver a luchar contra ti otra vez –dijo a modo de despedida.
Irene asintió.
-Ha sido un placer –dijo ella a media voz-.
Hasta otra.
Salió corriendo del tren tras otro
repentino ataque de timidez. Ingo, por su parte, se quedó realmente confuso.
Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le decía algo bueno en lugar de
insultarlo.
-¡Irene! –la llamó Looker entre la multitud
que se movía por la gran estación.
Ella se acercó, abriéndose paso con algo de
dificultad entre la marea de gente.
-¿Cómo ha ido?
-¡Bien! Quiero decir… He perdido, pero ha
sido muy interesante.
-Oh, no, con lo bien que ibas… -se apenó
él-. ¿Cuántas veces has ganado?
-Veinte. He perdido contra el jefe del
metro.
Looker frunció el ceño.
-¿Has perdido contra él? ¿Y dices que ha
sido interesante? Cuéntame qué ha ocurrido.
-Pues hemos hablado un poco y luego nos
pusimos a luchar –explicó, gesticulando-. Sus ataques fueron muy directos, a
toda potencia, y me ganó enseguida porque yo llevaba mucha desventaja y no
conocía los pokemon. Pero aprendí mucho…
-¿Y esa tirita que llevas en la cara? ¿No
te habrá hecho daño? –inquirió Looker.
Recordaba perfectamente cómo el jefe del
metro había herido al criminal que había intentado matarle, un tiempo atrás.
-¡No! Esto fue culpa de una entrenadora que
se pasó con sus ataques. Él me curó y dijo que hablaría con aquella chica tan
irresponsable.
Looker no lo demostró, pero estaba
impresionado. Por lo que contaba Irene, el jefe se había portado más que bien
con ella.
-Está bien. Escucha… Antes no me dio tiempo
a contarte algo.
-Dime.
-El hombre que me vigilaba antes… Llamé al
agente Smith. Me dijo que es un matón de la mafia y me comentó que ya había
estado trasteando por aquí. Precisamente es el hombre que intentó negociar con
los dos jefes, que lo rechazaron.
Irene permaneció callada, procesando la
información. Después dijo:
-Qué curioso… Todo parece relacionarse de
una forma u otra.
-Sí. Pero debemos tener mucho cuidado a
partir de ahora.
Irene asintió, preocupada.
Un hombre difícil de tratar, antipático y
borde, de pocas palabras, aunque sinceras, hasta el extremo de ser dolorosas.
Se enfadaba muy a menudo y no trataba bien a aquellas personas que pensaba que no
merecían ni una sola palabra amable. Era muy selectivo con los demás y no
permitía que cualquiera se acerca a él, menos aún que se metieran en su vida.
Era consciente de que su actitud arisca provocaba insultos, falsos rumores y
odio entre un gran grupo de personas. Así, era aún más difícil que alguien
llegara a interesarse por él. Incluso cuando se había esforzado en tratar bien
a alguien que no le gustaba, los rumores acerca de su falta de simpatía habían
calado hondo en el receptor de dicho trato. Los prejuicios eran unas emociones
tan dañinas… Le habían hecho creer, hacía ya mucho tiempo, que sus esfuerzos
por mejorar sus relaciones con los demás no servían para nada. Sentía, cada vez
que lo intentaba, que su tiempo se malgastaba, y precisamente no era tiempo lo
que le sobraba.
Ese día había sido tranquilo. No había
tenido discusiones ni combates pokemon. Estaba aburrido, calmado, y receptivo.
Entonces había llegado la muchacha aquella, que desde el principio demostró ser
diferente. No se daba aires de superioridad, era algo tímida y, sobre todo, ocultaba algo. Algo malo. Intentaba
disimularlo pero, para alguien tan perspicaz como él, se notaba a la legua que
no estaba bien.
Un pequeño sentimiento de empatía había
aflorado en su interior, y aumentó considerablemente cuando ella se sinceró.
Buenas palabras dedicadas a él. No podría creerlo, si siempre le había caído
mal a todo el mundo… Pero, si ella le había dicho todo eso, era muy probable
que fuera verdad. No era la típica mentirosa que buscaba que le hicieran un
favor.
“No se quiere, por eso cree admirar a
alguien como yo. Además, como posiblemente no ha conocido a Emmet, simplemente
se ha equivocado de persona”, pensó finalmente. Era la mejor conclusión a la
que podía llegar. Aún así, decidió esperar y ver qué más sucedía. La estaría
observando.
Uno de los mejores hasta la fecha, aunque para ser sincero me extraña mucho que el Mirón no estuviera por allí rondando... Jejejeje
ResponderEliminarSigue así, en serio (se lo digo a la @ariaverita del pasado).
=)
Tú ya sabes que Mirón estaba atento a otras cosas llamadas Smith... AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
EliminarMuchas gracias ^^
Dios, me ha encantado!
ResponderEliminarMe ha dado pena que perdiese tan rápido, pero es normal... ese Chandelure tenía movimientos para acabar con sus tres pokémon ;_; (además de que Gardevoir y Blaziken no podían ni hacerle daño).
Y lo que produce cada uno en el otro... me gusta. Quiero que se reencuentren pronto >_<
Espero que la cosa siga así de bien ^^
Es raro que venza a 20 personas y luego pierda tan rápido, peeeero... Es lo que hay xD
EliminarSe verán de nuevo muy pronto, I promise ^^
Duro por fuera, blando por dentro... Que no se malinterprete, por Dios xDDDDD
ResponderEliminarPronto se verán de nuevo :3
Muchas gracias ^^