Looker estaba desayunando en la cafetería del Centro
Pokemon de Nimbasa, un gran edificio repleto de instalaciones y entrenadores.
El agente se había levantado temprano, se había colado un minuto en la
habitación de Irene para comprobar que estaba bien (y aún dormida) y después la
había esperado mientras comía algo. Cuando estaba bebiendo un sorbo de café,
vio aparecer a la joven por la puerta. Ésta tardó unos segundos en encontrar al
policía entre la multitud. Cuando le sirvieron el desayuno en la barra, lo
llevó hasta la mesa y se sentó frente a Looker.
-No tienes muy buena cara –comentó él.
Ella lo miró, pensativa.
-He debido olvidar de nuevo que tenía que pincharme el
bótox.
El atragantamiento de Looker no se hizo esperar, mostrando
su sorpresa ante semejante respuesta.
-Vale. He dormido poco –explicó Irene, al ver la mirada
irritada de su compañero.
-¿Y eso por qué?
-Cosas que ocurren cuando te persigue un asesino.
En la cara de Looker se pudo observar un deje de tristeza.
-¿Estás bien?
-Oh, sí, no te preocupes –afirmó ella, tranquilamente-.
Gracias por preguntar.
El policía no esperaba en absoluto que le diera las
gracias por algo así. No era un agradecimiento cortés, sino sincero. Le
respondió con una amable sonrisa.
-Bueno, Irene, ¿estás preparada para combatir en el metro?
-¿Eh? Espera… ¿Hoy?
-¿Para qué esperar?
-Pero no estoy lista –se quejó ella.
-¿Qué dices? Una entrenadora siempre tiene que estar
dispuesta a combatir.
Irene le dio vueltas a la taza de café, reflexionando.
-Tienes razón. ¡Y podré conocer a muchos entrenadores!
En un momento su ilusión creció, y empezó a desayunar con
más ganas y rapidez. Looker la miró divertido. Cuando se trataba de combates,
Irene era tan normal como el resto del mundo. Si todo salía bien, aquel día
ella se divertiría mientras estaba protegida, a la vez que él seguiría
investigando.
El policía acompañó a Irene a la Estación Radial, donde se
reunían los trenes preparados específicamente para el combate. Eran las diez de
la mañana y el bullicio anunciaba la presencia de un buen número de
entrenadores preparándose para las batallas. Todos parecían muy fuertes, llenos
de seguridad en sí mismos y en sus equipos pokemon. Looker pensó que quizás
Irene no estuviera preparada para los combates y fuera vencida muy pronto, pues
su aspecto era muy diferente al del resto de entrenadores: era pequeña, tímida,
y, por lo general, destacaba poco (sin contar con su pelo). Sin embargo, al
contrario de lo que pudiera opinar el agente, Irene ese día estaba más motivada
precisamente por el alto nivel que le exigirían.
-¿Has pensado en qué modalidad vas a combatir? –quiso
saber Looker.
Irene lo miró con cara de cachorrito.
-Es que solo puedo combatir en una…
-¿Y eso? –se extrañó él.
-Solo tengo tres pokemon: Skarmory, Gardevoir y Blaziken.
Necesitaría cuatro para combatir en el tren doble. Además, no puedo luchar en
el tren multi porque necesito la compañía de otro entrenador con dos pokemon,
pero no conozco a nadie y no quiero arriesgarme a luchar al lado de un
entrenador cuyos métodos no conozco. Así que tendrá que ser el tren individual.
-Ya veo. ¿Y te parece bien?
-No tengo ningún problema –sonrió ella. Levantó su mano,
apretándola contra su pecho con firmeza-. Aunque dicen que a veces se complica
bastante, pero yo lo veo como un reto muy emocionante. ¡A ver si consigo ganar
siete veces seguidas!
Looker le dedicó una sonrisa. Viéndola tan animada,
confiaba en que lo conseguiría. No deseaba verla decepcionada tan pronto; se
merecía un respiro, aunque fuera haciendo algo que requiriese esfuerzo, ya que
sabía que las victorias resultaban muy satisfactorias y reparadoras.
Llegaron al andén del tren individual y se pusieron a la
cola para inscribirse. Había bastante gente dispuesta a enfrentarse al reto,
pero parecía que, si no superaban los siete combates seguidos, no podrían
montarse en los trenes de la tarde, más selectivos.
-Más te vale llegar a los próximos trenes –bromeó el
policía.
-Haré todo lo posible –dijo Irene, sonriente.
Pasaron unos minutos hasta que por fin llegó uno de los
encargados de los trenes, vestido con un uniforme verde, y distribuyó a los
contrincantes entre los siete vagones. A Irene la puso en el vagón más cercano
a la salida del andén, ya que era su primera vez allí y tendría que ir
avanzando a través de los vagones.
Antes de partir, le preguntó a Looker:
-¿Qué harás mientras tanto?
-Estaré investigando, por supuesto.
-¿No me necesitas?
-No, no te preocupes –la apaciguó él-. Tú ahora tienes que
relajarte y disfrutar, ¿vale? No quiero provocarte un ataque de ansiedad o
algo.
Irene asintió, algo triste. Seguidamente se despidió de
Looker y entró en el primer vagón del tren, que poco después se puso en marcha.
El policía vio el transporte alejarse por el oscuro túnel
y deseó que todo saliera bien y ella estuviera a salvo. “Quizás llegue incluso
a retar al jefe”, reflexionó. “A todo esto, ¿quién sería…?”. Se acercó a un
panel de información bajo el cual había una pequeña estantería con folletos, donde
cogió uno que parecía una guía. La hojeó hasta que llegó a la explicación de la
línea verde oscura, aquella que acababa de tomar Irene. Cuando encontró lo que
buscaba, una sensación de angustia lo invadió. “El de la fregona”. ¿Y si la
idea del metro no fuera tan buena? El de la fregona era un borde y, desde
luego, no le perdonaría que tratara mal a su protegida. Con un suspiro se fue a
trabajar de una vez.
Todos los entrenadores estaban apelotonados en el
principio del vagón para dejar sitio a los combatientes. Irene se quedó en una
esquina, desde donde podía ver todos los combates. Una niña de unos doce años
fue la primera en salir a luchar contra un adolescente que aparentaba unos dieciséis.
Ella sacó de la pokeball a un Pidove que se enfrentaba a un Herdier con pinta
de estar bastante enfadado. Los demás entrenadores no parecían estar muy
sorprendidos, pero Irene se dio cuenta por primera vez de que no conocía a los
pokemon de la nueva región. Se propuso aprender todo lo posible acerca de
ellos, ya que conocer a su enemigo era el primer paso para vencerlo.
La suerte estuvo de su lado, pues fue de las últimas en
combatir y, para entonces, ya había registrado mucha información en su cerebro.
Estaba acostumbrada a seguir ese método cuando no conocía algún lugar. Se
acercó al centro del vagón con paso lento, mientras los demás la miraban fijamente.
Casi todos habían perdido y deseaban con rabia y rencor que ella también
fallara. Su contrincante, el adolescente del Herdier, le dedicó una sonrisa
burlona, pero ella se limitó a levantar una ceja. Había estado incontables
veces en la misma situación: un rival creído que se reía de ella pero terminaba
perdiendo. Ella prefería no pronunciarse hasta conocer el resultado, y no
necesitaba creerse mejor que nadie para ganar.
El muchacho decidió sacar esta vez a un pokemon que Irene
no conocía: un Foongus. Era una especie de seta, cuya parte superior estaba
coloreada de rojo y blanco, recordando bastante al diseño de una pokeball. Irene
observó detenidamente al pokemon: tipo hongo, color blanco en su mayoría; lento
pero resistente. Tenía que ser un tipo planta, dedujo; quizás también veneno.
Finalmente, sonrió casi imperceptiblemente y envió a Blaziken al combate. Las
exclamaciones de asombro no se hicieron esperar y, pocos minutos después,
atravesaba la puerta hacia el segundo vagón, victoriosa.
“Es como la Torre Batalla. Nada nuevo para mí”.
Cuando el tren se detuvo, ya de vuelta en la Estación
Radial, la joven vio que Looker la estaba esperando en el andén, café en mano.
-Adivino que ha ido bien, por lo que veo… -dijo él cuando
Irene se hubo acercado lo suficiente, dando saltitos de alegría.
-¡Oh, sí! –respondió ella, con una gran sonrisa-. Ha sido
muy fácil, y eso que había algunos pokemon que no había visto nunca. Aunque eso
lo hacía más emocionante. Pero… -miró a su alrededor-. Creo que les he dejado
la moral por los suelos a unos cuantos críos.
Looker no pudo evitar reírse al imaginarla como un demonio
enfrentándose a los pobres niños.
-Eres una mala persona –le echó en cara, bromeando.
-¿Qué querías que hiciera? No me iba a dejar ganar. Por
cierto, creo que he sido la única vencedora.
-Vaya, eso significa que eres muy fuerte.
Irene sonrió tímidamente. Lo miró queriendo hacerle una
pregunta, aunque parecía algo dudosa.
-¿Está bien si vengo después de comer a intentar ganar
otras siete?
-¡Claro que sí! Pero ahora debéis descansar y reponer
fuerzas.
Mientras tomaban un tentempié en la cafetería, la joven le
contó al policía sus experiencias del combate, como los berrinches de los niños
al perder, los adolescentes creídos que se sentían humillados ante una
rapidísima derrota, o el hecho de que el séptimo vagón estuviera vacío de
espectadores, lo que le facilitó a sus pokemon la realización de movimientos
más amplios.
-Nunca había combatido en un espacio tan pequeño
–explicó-. La verdad es que la arena te pone más a prueba por sí misma que por
los entrenadores que hay sobre ella.
-Parece un sistema interesante. Así los expertos tenéis un
espacio más específico para divertiros –opinó Looker.
-Oh, no me consideres experta –rió ella nerviosamente.
De repente una nube de rumores se extendió por el
establecimiento. Los dos viajeros miraron a su alrededor hasta que Looker
exclamó:
-¡Allí, detrás de ti!
Irene se giró y vio a uno de los jefes del metro, que se
había parado a hablar tranquilamente con un grupo de entrenadores. Se fijó en
que su uniforme era completamente blanco.
-¿Cómo se llama? –le preguntó al policía-. Aún no los
distingo.
-Ese es Emmet. Es el más majo.
Los dos lo miraron con gran curiosidad. Desde lejos se
notaba que aquel hombre era abierto y divertido. La gente se acercaba a él y
éste los recibía con una amplia sonrisa, invitándolos a participar en una
animada conversación.
-¿Crees que si venzo en veinte combates seguidos podré
enfrentarme a él?
-Ahora mismo no. Él combate en dobles.
-Entonces aún no puedo… -aceptó ella, un poco
decepcionada. Acompañó su frase con un chasquido de dedos.
-¿Por qué no te acercas a conocerlo? –le propuso Looker.
-Uy, no, qué vergüenza. Si yo no soy nadie, no quiero
molestarle.
-No le molestarás.
-Oh, venga, no soy nadie especial. Además, ya tiene un
montón de gente con la que hablar.
Looker no insistió, pero la miró con atención. Según su
punto de vista propio, todas las personas eran importantes. Sin embargo, ella
se consideraba un estorbo. El policía supuso que era porque se había criado en
un entorno que no la apreciaba tal y como era. Sabía que una prolongada
exposición a humillaciones provocaba una baja autoestima difícil de resolver.
Aquello le entristecía porque consideraba que Irene era una chica inteligente y
hábil como entrenadora, pero que no era capaz de verlo por sí misma. Sin
embargo, intuyó un patrón de comportamiento que lo ayudaba a averiguar cómo
podría haberla tratado su familia en el pasado.
-Si no me enfrento a él al final, ¿contra quién lo haré?
–quiso saber ella de repente.
-Pues contra su hermano.
-Cierto, que tiene un hermano…
“Y ojalá no llegues hasta él”, pensó Looker con pesar. “No
quiero saber qué ocurriría”.
Irene comió un poco antes de lo habitual para evitar
sentirse pesada durante los combates. Sabía bien que el sopor que la inundaba
después de comer la aturdía tanto que podría significar incluso la diferencia
entre la victoria y la derrota. Por eso se aseguró de que, cuando entrara de
nuevo al tren, esta vez más vacío, se sentía lo suficientemente despierta y con
energía para darlo todo. Además, no se había olvidado de comprobar previamente
que sus pokemon se encontraban en perfecto estado y derrochaban ganas de
luchar.
A estas alturas del día, Looker estaba bastante confuso
con la situación. Era cierto que le alegraba ver a la joven contenta, pero
temía que ocurriera algo malo si llegaba a la tercera ronda.
Mientras ella combatía, él siguió trabajando en la
investigación. Había conseguido periódicos regionales y locales y los hojeó
esperando encontrar alguna noticia relacionada con la mafia. Una hora después
concluyó su búsqueda sin ningún éxito, apesadumbrado. Estaba claro que la
organización criminal era tremendamente silenciosa. La policía local tampoco le
había contado nada en todo el día, así que supuso que no habían encontrado nada
nuevo. Se sentía frustrado: ni siquiera había conseguido contactar aún con
algunos cuerpos de policía locales. Temía que la mafia se extendiera a lo largo
de la región antes de que pudieran hacer algo por evitarlo. Procuró no
olvidarse de llamar de nuevo a sus compañeros de profesión e insistir en que lo
ayudaran.
Suspiró pesadamente mientras miraba a su alrededor. Estaba
sentado en un banco de la estación y no veía a nadie más por allí. Se notaba
que era un día normal y corriente, por no hablar de que era la hora de descanso
de muchos trabajadores. Se tomó unos momentos de respiro, disfrutando del
silencio y la tranquilidad del edificio vacío. Al pasear su mirada por los
recovecos de la arquitectura se dio cuenta de que, en un banco no muy lejano al
suyo, había otro hombre sentado. Era moreno, con barba y pelo largo, y su ropa
parecía sacada de varias décadas atrás. Cuando Looker lo miró, éste apartó la vista
rápidamente, y fue entonces cuando el policía se dio cuenta de que aquel hombre
lo había estado vigilando todo el rato. Dudó si acercarse a él o no, porque
tampoco podía estar seguro de que su teoría fuera cierta. Tras unos instantes,
se decidió a aproximarse a la misteriosa figura, pero cuando lo hizo, el último
ya se había levantado y se alejaba de allí. Looker lo siguió con prisa, pero al
llegar al banco en el que había estado sentado el otro hombre se percató de que
lo había perdido de vista. Había desaparecido como por arte de magia.
El policía se maldijo a sí mismo por no haber sido más
ágil y decidió probar suerte paseando a lo largo y ancho de la estación,
incluido el exterior, pero no volvió a ver más al hombre. Se prometió que, a la
próxima, estaría mucho más atento a todo lo que ocurriese a su alrededor. Sin
embargo, no se dio cuenta de que, a lo lejos, el jefe del metro más antipático
no le quitaba el ojo de encima. A diferencia de Looker, él sabía muy bien quién
era el misterioso vigilante.
-¿Cómo ha ido? –le preguntó Looker a Irene cuando ella
acababa de bajar del tren.
-¡Genial! ¡He vuelto a ganar! –exclamó ella con tremenda
ilusión.
El policía sonrió, sorprendido por la buena racha de la
chica, aunque también algo preocupado.
-¿Cuántos niños han caído esta vez?
Ella rió a carcajadas, una risa un tanto maligna.
-Ah, no, esta vez eran más mayores. Oh, te sorprenderías
de la cantidad de montañeros que había.
-¿Montañeros en el metro? –se extrañó.
-Y no es lo más raro que he visto…
-Qué curioso. ¿No pensarás intentarlo después también?
-La verdad es que me gustaría probar suerte –sonrió ella.
Looker no pudo defender sus argumentos en contra de que
Irene pasara a la siguiente ronda ante la alegría que invadía a la muchacha.
Aún con todo, preguntó:
-¿No estarás muy cansada?
-¡Qué va! Estamos genial –respondió, dando unas palmaditas
cómplices a las pokeball de su cinturón.
Pese a todo, Looker vio un atisbo de esperanza. Quizás más
tarde el cansancio se apoderase de ella y terminara perdiendo antes de llegar
al final. Sería una pena, pero 21 combates eran demasiados en una ronda. Si
ganaba, resultaría que la chica era increíblemente buena.
-¿Y tú qué tal? –le preguntó ella tras calmarse un poco de
la emoción inicial.
-Desilusionado. No he avanzado nada en la investigación
–se llevó la mano derecha a la cabeza y removió su pelo-. Y creo que me ha
estado vigilando alguien.
-¡¿Qué dices?! –exclamó ella.
En un segundo, su expresión pasó de la calma al terror. Se
puso tensa y apretó los puños y la mandíbula, esperando a que Looker se
explicara.
-No sé quién era. En cuanto me he dado cuenta de que me
miraba se ha ido. Iba a preguntarle, pero se me ha escapado –se lamentó.
-¿Cómo era?
-Moreno, alto, corpulento. Tenía barba y pelo largo.
También parecía un poco macarra.
Irene miró al suelo mientras pensaba. A su lado, la gente
pasaba sin notarla o dirigirle la más mínima mirada. Ella, por su parte, había
olvidado de repente que existía todo un mundo allí fuera, más allá de su
nublada mente.
-Podría ser cualquiera –terminó diciendo, apenada.
-¿No te suena de nada?
Ella lo miró a los ojos y negó con la cabeza.
-Bueno, no nos pongamos en lo peor, ¿vale? Quizás fuera
solo una casualidad, un transeúnte que justo en ese momento se tenía que ir
–intentó tranquilizarla.
Por desgracia, ambos sabían que aquel caso era muy poco
probable.
Looker estaba en un rincón alejado del resto de las
personas que caminaban por la estación. Había llamado al agente Smith y estaba
manteniendo una seria conversación con él. Un poco más allá estaba Irene,
sentada en un banco, merendando y dando bebidas energéticas a su equipo
pokemon. Había comprobado ya que la joven era experta en ocultar sus
sentimientos, fingiendo estar bien. No derramaba una sola lágrima, no hacía
comentarios sobre lo que ocurría o lo que podía estar pensando… Simplemente actuaba
como si su vida fuera la más simple del universo entero.
-Escucha, Matt, alguien me ha estado vigilando, y no sé si
también a Irene. No sé quién puede ser, pero temo que esté relacionado con la
mafia.
-¿Me lo puedes describir? –pidió Smith.
Looker le dio una descripción lo más detallada posible.
-Oh, cielos… -murmuró Smith al otro lado de la línea-. Es
él. El matón de la mafia que se enfrentó a los jefes del metro y salió
escaldado.
-¿En serio? –se sorprendió Looker-. Y aún así se atreve a
volver por aquí…
-No tiene ningún miedo, está claro. Ten mucho cuidado con
él a partir de ahora.
-Sí –miró de reojo a Irene, que seguía alimentando a sus
pokemon-. Oye… ¿Crees que debería decirle a la chica que el hombre pertenece a
la mafia?
-No te queda otra. Creo que es mejor que lo sepa. Le
quitas tranquilidad, pero por lo que me cuentas, no parece que tenga mucha… Y
también es bueno que sea consciente de su entorno y de si corre peligro.
-Bien… Gracias.
-Ten cuidado.
Colgó y volvió lentamente al banco en el que estaba Irene.
Antes de llegar sonó un anuncio por megafonía. La joven lo oyó y se levantó de
inmediato, recogiendo sus cosas con increíble rapidez y devolviendo a su equipo
pokemon a sus pokeball.
-¡Que pierdo el tren!
-¡Ten cuidado! –le avisó Looker-. ¡Y suerte!
-¡Gracias! –gritó ella mientras corría al andén.
“Se va a liar parda”.
Conversaciones romanticonas con Smith.
Como veis, este capítulo es muuuuy largo. Claro, se pasan el día desayunando...
Pues se me ha pasado volando esta mitad del capítulo XD
ResponderEliminarMe gusta cómo Looker trata a Irene, creo que yo actuaría más o menos así. Y me alegro de que vaya ganando rondas mientras les cierra la boca a esos prepotentes de críos ¬¬
Una vez más, genial *-*
Y eso que era más largo... xD
EliminarBueno, no creo que Looker la fuese a mandar a la mierda xDDDDD
Gracias ^^
Lo largo,si bueno, dos veces entretenido.
ResponderEliminarLa verdad es que se agradece la presencia de los combates, los pokémon y demás, dado que el relato está ambientado en ese mundo (si bien el tema principal del mismo no son los pokémon en sí).
Como de costumbre, muy buen trabajo. Con ganas de más. ^^
Lo largo, si autopista, en quinta.
EliminarY yo pensando que os aburrirían los combates...
Cuanto más largos los hago, más cortos se os hacen... xDDD
ResponderEliminarGracias <3