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viernes, 27 de julio de 2012

Capítulo 11: La investigación avanza


Irene despertó a las ocho de la mañana. Tras dar una vuelta bajo las sábanas se incorporó, tratando de sentarse. Un intenso dolor invadió todo su cuerpo, haciéndola caer de espaldas sobre el colchón. Se arropó de nuevo. Fuera de su cama hacía frío, pero dentro no. Fuera le dolía todo, dentro no. Fuera no la necesitaban, pero la cama parecía insistir en que se quedara allí metida, haciéndola compañía. Así, aquella mañana, Irene mandó al mundo entero a freír espárragos, volviéndose a dormir.
Volvió a despertar tres horas más tarde, cuando Looker entró en la habitación. Se acercó a la cama, le puso la mano sobre el hombro y la sacudió suavemente para ver si estaba despierta o no.
-¿Sigues viva?
-Lo dudo –gruñó ella con voz soñolienta.
-¿Te sigue doliendo?
-Tanto como desearía que les doliera a ellos. Sé que algún día me vengaré.
-Ni que fueras Ingo –murmuró Looker.
-A veces me gustaría serlo –respondió ella, hundiendo su cara en la almohada.
-No veo qué puede tener de bueno.
Irene sintió una punzada de tristeza, pero lo disimuló al levantar la cabeza de la almohada y, mirándolo de reojo, dijo:
-Su mala hostia es épica, no lo niegues.
El policía suspiró. Se sentó en un borde de la cama.
-Tenemos que hablar –dijo, serio.
-Malo.
Looker no supo qué contestar. Se preguntó a sí mismo si su tono de voz había anunciado con tanta claridad que no traía buenas noticias.
-Podrías darme una tregua si eso. No estoy para charlas negativas –le rogó Irene.
-Está bien, pero no podrá esperar mucho tiempo. ¿Te vas a quedar aquí todo el día?
-Es posible…
-Vale, llámame si te ocurre algo.

Looker pasó el día entero en el Centro Pokemon investigando a las víctimas que aparecían en la lista de Gianni Bianchi. Quería identificar bien a todas las personas que aparecían allí para poder buscar un nexo de unión que lo pudiera guiar por el buen camino. Por desgracia, aquél era un trabajo lento y laborioso, y, siendo tiempo lo que más falta le hacía en aquel momento, no estaba obteniendo grandes resultados.
Solo había trabajado sobre tres víctimas cuando se dio cuenta de que ya se había pasado la hora de comer. Con un suspiro de resignación, pues no era la primera vez que se enfrascaba en sus tareas y perdía la noción del tiempo, recogió la documentación, la guardó bajo llave en su maletín y, cogiendo algo de dinero, salió de su habitación en dirección a la cafetería del Centro Pokemon. Al entrar, una sensación de incomodidad lo invadió: no había un alma en el establecimiento. “Mala hora para venir”, se lamentó. Se acercó a la cocina, donde encontró a una jovencita con uniforme blanco que estaba fregando el suelo.
-Lo lamento, señor, pero a estas horas ya no servimos comida –se disculpó ella cuando él le preguntó.
Looker le dio las gracias, a pesar de su resignación. Tras reflexionar un poco, decidió dirigirse a la Estación Radial, donde estaba seguro de que sí podría comer algo. Era lo bueno de los lugares en los que se reunían los viajeros: siempre había alguien con hambre a quien servir un buen plato, fuera la hora que fuera. Pese a que el policía iba con la intención de sentarse en una mesa y tomarse su tiempo para almorzar, cambió de idea en el último momento y compró algo para llevar. Fue su decisión lo que provocó que, al salir de nuevo a la calle, estuviera a punto de chocar contra Ingo, que estaba en la entrada fumando.
-Últimamente no sales de mi vida –gruñó Looker.
-Habló –respondió él, mirando hacia otro lado.
-No sabía que fumaras –comentó el policía como curiosidad.
-¿Por qué todo el mundo tiene la necesidad de decir eso cuando fumo? –se quejó Ingo, dándole otra calada al cigarro.
-Vale, vale… Qué borde eres.
-¿Y qué necesidad hay de puntualizar que soy borde? ¿Acaso no ha quedado ya claro?
-Que te den –se despidió Looker.
Tras haberse alejado varios pasos, el agente tuvo una idea. Se giró y deshizo el camino, plantándose frente al jefe del metro, que lo miró con interés.
-Irene te habló de su pasado ayer.
-Sí. ¿Estás celoso? –se burló Ingo.
-No. Pero esto es importante… ¿Te dijo por qué huyó?
El rostro del hombre rubio se tornó serio tras la mofa inicial.
-Al parecer, su padre la amenazó de muerte.
-¿Y ya?
-¿Te parece poco? –respondió Ingo, frunciendo el ceño.
-Sí. Quiero decir, no. Pero tengo motivos para creer que hubo algo más.
Looker podía leer en el rostro de Ingo un enfado cada vez mayor.
-¿A qué te refieres?
-No puedo asegurarlo porque aún no he hablado con Irene sobre ello. Ni siquiera sé cómo abordar el tema ni si querrá contarme qué ocurrió.
-Pero aun así, ¿qué piensas tú? –tanteó Ingo.
-Verás… Tengo pruebas de que el padre de Irene asesinó a la madre de ésta el mismo año que ella huyó. Lo que no sé es qué relación puede haber entre ambos hechos.
-¿Insinúas que Irene huyó porque mataron a su madre?
-No lo sé, pero es una posibilidad. También pudo haber sido asesinada tras la huida de Irene.
-Ella comentó que sabía de qué era capaz su padre. Puede que hubiese visto el asesinato.
-O puede que supiera que Gianni había matado a más gente. Cuenta con una larga lista, te lo aseguro.
-Gianni es su padre, ¿no?
-Sí. ¿Quién si no?
-Nunca había oído su nombre, no me odies –replicó Ingo, malhumorado.
-Cierto, tú no estás en la investigación. Como metes tanto las narices, pareces uno más de los míos –se burló Looker.
Ingo cruzó los brazos y mostró un claro gesto de fastidio.
-Pues bien que vienes a preguntarme cosas, detective de pacotilla.
Durante unos segundos, ambos hombres desearon partirse la cara mutuamente. Después volvieron a la seriedad previa.
-Sea como sea, está claro que Gianni es un psicópata y disfruta asesinando gente. Cada vez me urge más acabar con esa mafia. No dejo de pensar en la cantidad de vidas que hay en peligro. Pero claro, no me resulta fácil tratar estas cosas con Irene… Para ella tiene que suponer un trauma bien gordo –divagó Looker.
-Mantiene su pasado oculto. No confía en nadie y finge que no ha pasado nada. Me pregunto si lo hace porque quiere olvidar o porque le cuesta abrirse a los demás en un aspecto tan íntimo. ¿Quién sabe qué le ha ocurrido a lo largo de su vida?
-He ahí mi problema –se lamentó-. Cuando le he preguntado cómo era su vida antes de huir, ha tratado de escaquearse y no responderme.
Ingo le dio una profunda calada al cigarrillo. Seguidamente dijo:
-Cada persona es un mundo. Unos se caen con una pequeña piedra del camino y no vuelven a levantarse, mientras que otros sobreviven golpes brutales. A veces no es fácil determinar quién es quién –hizo una pausa-. Ella parece resistirlo todo, pero no sabemos a qué precio lo hace.
Se quedaron en silencio, mirando al suelo apesadumbrados.
-Creo que no me lo va a contar –confesó Looker tras un minuto.
-Aún no lo has intentado.
-Ya, pero no creo que confíe lo suficiente en mí. Por el contrario, estoy bastante seguro de que a ti sí te lo diría.
-¿Por qué piensas eso?
-Porque te admira. Ya te contó parte de su pasado.
-Me contó la parte suave, tras mucho insistir. Tú también la conoces.
-Yo lo tuve que descubrir por mi cuenta. A ti, aunque no a la primera, te lo contó voluntariamente.
Ingo lo pensó, frunciendo el ceño.
-¿Y qué quieres que haga?
-Intentar que te cuente lo que ocurrió con su madre, si es que no me lo quiere contar a mí.
-Aunque yo lo supiera, no te lo contaría sin su permiso –objetó el rubio.
-Lo sé. Pero si es algo trascendental para la investigación, podrías intentar convencerla de que me lo diga.
Con una mirada seria, Ingo dijo:
-Ya veremos. Primero inténtalo tú.
Looker suspiró, se despidió y volvió, al fin, al Centro Pokemon. Empezaba a estar cansado de todo aquel asunto.

Irene había pasado el día entero encerrada en su habitación, sin apenas moverse para evitar en la medida de lo posible el dolor que la atenazaba. Contra el aburrimiento había decidido leer un libro de estrategias de combate que le había prestado una enfermera. Por suerte, la lectura le pareció tan interesante que se enfrascó en ella y la abandonó cuando ya era noche cerrada. Animada tras haber aprendido varios trucos útiles que pondría en práctica a la más mínima oportunidad, fue a la cafetería para cenar algo. Le costaba un poco andar, pero se esforzó igualmente en valerse por sí misma. Al fin y al cabo, había estado en situaciones peores.
No había coincidido con Looker en la cena, por lo que volvió pronto a su habitación. Al llegar a la puerta, miró la que tenía justo enfrente de la suya. Se veía luz bajo la rendija y pensó que el policía debía de estar trabajando duro con la investigación. Le preocupaba que se hubiera olvidado de cenar, aunque temía interrumpirle en algún asunto importante solamente para preguntarle. Al final, optó por abrir la puerta de su habitación y volver a encerrarse en la soledad de su pequeño cuarto. Se metió en la cama, tapándose bien con la manta, y se acurrucó, quedándose dormida poco después.

Un crujido interrumpió su sueño. Al despertar, se quedó completamente quieta en la cama, aunque estaba alerta ante cualquier ruido. Oyó otro sonido que procedía de la ventana. Pensó que sería el viento, a pesar de que sentía miedo por si fuera otra cosa. Cuando estaba intentando calmarse, la ventana se abrió de repente con un chirrido, y una oscura y ágil figura entró con gran rapidez. Todo ocurrió tan deprisa que Irene se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar. El intruso se acercó a ella, se inclinó y… encendió la lamparita de la mesilla. Los asustados ojos oscuros de Irene se encontraron con la mirada clara y curiosa de Ingo.
-Serás… burro –masculló ella-. Casi se me sale el corazón.
-Me temía que sería fácil entrar por la ventana, a pesar de la altura. No me equivocaba.
-¡¿Es que no puedes entrar por la puerta como las personas normales?!
-Nah, las puertas no son tan divertidas. Aunque bien podría haberme roto la crisma al entrar.
-Te estaría bien empleado.
-Bueno.
Cerró la ventana, sacó un extraño objeto del bolsillo de su abrigo y lo colocó en el marco de metal.
-Ahora será más seguro.
-¿Qué haces aquí? –quiso saber Irene, aún enfadada y alterada.
-Misión uno: mejorar la seguridad de las ventanas. Completada con éxito. Misión dos: ¿qué tal se encuentra la señorita?
Se sentó en la cama, al lado de Irene, que seguía intentando calmarse.
-Fräulein? –repitió en un susurro, al no obtener respuesta.
-B-bien… Bueno, mi corazón ha salido corriendo del susto. Creo que se ha tirado por la ventana. ¿Q-qué es lo que has dicho antes?
-¿Qué he dicho antes?
-Algo raro. No lo he entendido.
-Ah. Fräulein. Significa “señorita” en alemán.
-¿Entras a mi habitación por la ventana, me das un susto de muerte y encima me hablas en alemán? –rechistó.
-¿No te gusta el alemán?
-No es que no me guste, es que… ¿Por qué en alemán? Es un idioma que no entiendo.
-Pero yo sí. Es mi idioma natal.
-¿Eres alemán? –se sorprendió ella.
Ingo asintió con la cabeza.
-Bueno, viéndote la cara que tienes, no me extraña.
-¿Qué le pasa a mi cara? –se la palpó con una mano.
-Tienes cara de alemán.
-¿En serio? –preguntó, extrañado.
-Sí.
-¿Y Emmet también? –bromeó él.
-No, Emmet no –respondió ella, siguiéndole el juego.
Tras una breve pausa, Ingo preguntó:
-¿Por qué no cierras bien las puertas y las ventanas?
-No hay necesidad –murmuró ella.
-Pero si estás en constante peligro.
-¿Crees que si las cerrara cambiaría algo?
-Claro que sí.
-Hablamos de asesinos profesionales. ¿De verdad crees que si aún sigo viva es por pura casualidad?
-No entiendo –admitió Ingo, su ceño más fruncido de lo habitual.
-Ellos siempre han jugado conmigo. Al menos eso creo. Llevan once años queriendo matarme y aún no lo han logrado. Son una mafia entera contra una chica pequeña e indefensa. Yo no soy tan especial como para haber podido sobrevivir once años. ¿Crees que si de verdad hubiesen querido matarme no lo habrían hecho ya? Y una ventana cerrada no los habría detenido.
Ingo escuchó con gran atención. Para intentar atar algunos cabos sueltos entre sus ideas almacenadas en su cabeza, preguntó:
-¿Por qué crees que te dejan vivir?
-No lo sé –se encogió de hombros, apática-. Tendrán cosas mejores que hacer, supongo. Quizás quieran ver hasta dónde aguanto la presión, o si decido volver a casa o pegarme un tiro. Cosa que no pienso hacer, por supuesto.
La expresión de enfado de Ingo se relajó hacia una de mayor tristeza.
-Eres fuerte –susurró.
-Tengo mala leche –puntualizó-. Si no sirvo para nada en esta vida, al menos seguiré adelante, aunque solo sea para llevarles la contraria.
El alto hombre puso sus manos sobre los hombros de la joven, apretándolos con suavidad.
-Claro que sirves.
Irene bajó la mirada, evitando la del hombre, que siempre conseguía atravesarla. Él no sabía muy bien cómo expresar sus pensamientos, así que prefirió callar a soltar algún comentario poco acertado.
-Pero… Te atacaron ayer –le recordó finalmente-. ¿Ha sido la única vez o ha ocurrido en más ocasiones?
-Ocurrió antes. Sufrí tres ataques, de los que me salvé gracias a mis pokemon. Aun así creo que fueron más de aviso, para meterme miedo, que para hacerme verdadero daño. El de ayer, por el contrario…
-Fue en serio, ¿no?
Irene asintió.
-O al menos eso creo. Antes no me habían atacado como lo hicieron ayer, por la espalda. Me confié demasiado. Creía conocerlos ya.
-Ya veo. Igualmente no harías mal en extremar las precauciones. Colocando ese aparato en las ventanas, no podrán abrirla desde fuera.
-Gracias por preocuparte –murmuró ella, poco convencida de que dichas precauciones pudieran funcionar.
A pesar de todo lo que Irene intentó evitarlo, Ingo consiguió observarla fijamente con sus claros ojos e incomodarla.
-Estas cosas no los detendrán, como adivino que piensas. Pero te darán tiempo.
-¿Tiempo para qué?
-Para que me avises. Ellos podrán hacerte daño, pero tendrán que vérselas conmigo antes.
El jefe del metro esbozó una insólita y malvada sonrisa, añadiendo:
-A ver si pueden conmigo.
-No… No te atreverás a arriesgar tu vida por mí –le espetó ella, recelosa.
-¿Por quién si no?
La joven pelirroja lo miró, incrédula.
-Odiaría que te ocurriera algo por mi culpa –confesó ella.
-Mejor quedarme de brazos cruzados y ver cómo te matan –ironizó-. Si eso aplaudo cuando terminen.
Irene se quedó sin palabras. La atención de los claros ojos de Ingo tenía ahora un matiz especialmente doloroso.
-Este es asunto mío, tú no pintas nada –lo rechazó.
-Tus intentos de protegerme y persuadirme son en vano. Si es tu asunto pero te hacen daño, se convierte también en mi asunto.
-¿Y quién decide eso? –preguntó ella, su voz llena de rabia.
-Yo, por supuesto.
-No eres quien para…
-Soy tu amigo –sentenció él.
Irene permaneció en completo silencio. Su mente se había quedado en blanco.
-¿O no?
Silencio.
-Te atacaron y te salvé. Puedo enfrentarme a ellos.
La chica siguió sin responder.
-¿No vas a decirme nada? ¿Doy por supuesto que no soy tu amigo? Entonces  me voy –decidió, levantándose y dirigiéndose de nuevo a la ventana.
Irene se mordió el labio, confusa. Se sentía fatal, atrapada en un callejón sin salida. Aquel era un tema al que nunca antes había tenido que enfrentarse. Cuando vio que Ingo abría la ventana, dijo rápidamente:
-Sí eres mi amigo. Por eso quiero evitar que sufras.
Él la miró de nuevo, su cara iluminada por la luz de las farolas de la calle. Ella mostraba claramente la desesperación a la que se enfrentaba, e incluso se estaba viendo tentada de correr tras él.
-Casi nadie se ha interesado por mí, y menos con tu insistencia. ¿Cómo pretendes que ponga en riesgo a alguien tan importante? –se lamentó.
-¿Y cómo crees que me siento yo contigo? –contestó Ingo-. Estamos igual. Es la misma situación, y alguien tiene que ceder.
-¿Y por qué yo y no tú?
-Ya te lo he dicho, puedo enfrentarme a tus enemigos. Soy el más fuerte.
-¿Y si dejas de serlo?
-Habrá que procurar detenerlos antes de que eso suceda, ¿no crees? Está claro que perder nunca ha dejado de ser una posibilidad.
Irene hizo un ademán de levantarse de la cama.
-No, quédate ahí –le indicó Ingo-. Yo ya me iba. Escucha: Looker tiene que hablar contigo de un tema delicado. Es posible que su investigación avance si le das la información adecuada, pero teme que para ti sea demasiado difícil tener que hablar de ello. Aun así, inténtalo, ¿vale? Si avanzamos, el peligro disminuirá.
Ella permaneció pensativa, con la mirada triste perdida en el vacío. Cuando tomó una decisión, respondió que lo intentaría. Ingo asintió, se despidió con brevedad y se lanzó por la ventana. Irene se levantó corriendo, lamentándolo cuando una punzada de dolor la atravesó. Aun con dificultad, se asomó por la ventana. Vio a la figura vestida de negro corriendo a lo lejos hasta doblar una esquina y perderlo de vista. “¿Cómo ha hecho eso?”. Pasó dos minutos mirando hacia el lugar por el que había desaparecido Ingo, completamente fascinada. A pesar de la angustia que la invadía de nuevo, no pudo evitar sonreír. Se sentía afortunada por conocer a un hombre tan interesante. Finalmente, cerró la ventana, colocó el dispositivo de seguridad y se acostó de nuevo.

Al día siguiente, Looker comprobó el estado de salud de Irene. Aunque ésta seguía dolorida, ya podía moverse sin gran esfuerzo.
-¿Crees que podríamos mantener hoy nuestra charla pendiente? –preguntó entonces el policía.
Irene se lo pensó un instante. Sabía que a Looker le corría prisa hablar con ella. Recordó lo que le había dicho Ingo la noche anterior. Le había pedido expresamente que ayudara al policía. ¿Cómo podía negarse ante la propuesta de aquel hombre? Había tanto en juego… Finalmente, la joven asintió.
Looker la llevó a las oficinas de la policía de Nimbasa. Una vez allí, buscaron (con ayuda del agente Smith) una sala vacía y tranquila donde el policía de la gabardina pudiera tomarle declaración a Irene. Entraron en una habitación pequeña, cuyo único mobiliario era una mesa de madera clara y dos sillas enfrentadas. La iluminación provenía de una pequeña ventana situada al fondo de la estancia. Cara a cara, Looker comenzó repasando con ella la denuncia de la agresión que había sufrido dos días antes, comprobando que no faltara ningún detalle importante. Seguidamente, el agente la puso al corriente de la investigación realizada hasta el momento, y aprovechó el detalle de la lista de Gianni para pasar al tema más delicado del que quería hablar.
-Es una lista de todas las víctimas que han muerto a manos de Gianni –la informó-. Entre ellas, una tal Giulia Bianchi.
Irene recibió la noticia un tanto alarmada. Bajó la mirada con gran tristeza, evitando hablar de ello.
-Tu madre –murmuró Looker.
Ella asintió débilmente.
-¿Lo sabías?
Irene levantó de nuevo la cabeza, sin entender bien la pregunta.
-Que si sabías que… que ya no está viva –aclaró Looker.
-Sí… Sí, lo sabía –respondió, apretando los labios.
Un silencio incómodo invadió la sala. Looker se revolvió en su silla, pero Irene no se movió ni un centímetro.
-¿Estás bien, Irene?
-Lo intento. Ocurrió hace ya muchos años, pero aún no lo he superado del todo.
-Es difícil superar algo así, y más aún en tu situación.
Irene respiró hondo, cerrando los ojos con fuerza. Tenía un nudo en la garganta y notó que le temblaban las piernas.
-Escucha, Irene… Sé que esto es difícil, pero me sería de gran utilidad si pudieras aclararme algunas cosas.
-Lo intentaré –aseguró ella, tratando de reunir fuerzas.
-Bien. Muchas gracias. Veamos… Necesito situar mejor la fecha en que ocurrió. ¿Tienes alguna idea…?
-El 8 de abril. Hace once años.
Looker se quedó impresionado por la exactitud de la fecha. Había esperado un mes, en el mejor de los casos, pero no un día concreto.
-A medianoche, más o menos –recalcó ella.
-Ya veo. Mmm… ¿Fuiste testigo de ello o te enteraste más tarde?
-Fui testigo –contestó ella, con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
-Vale… -murmuró él, desolado.
Escribió los datos en silencio mientras pensaba qué pregunta podría hacerle después. De repente, Irene añadió:
-Fue la noche en la que hui de casa.
-La noche que huiste de casa –repitió Looker, incrédulo.
-Sí. Yo… Era la siguiente. No lo dudé un instante. Simplemente salí corriendo. A donde fuera.
-Ya veo… Y no sabes qué ocurrió después, supongo.
Ella negó con la cabeza.
-No he vuelto a saber nada.
-¿Y antes? Quiero decir… ¿Hubo una razón para que él la matara? –preguntó con toda la delicadeza que pudo.
-No lo sé. Siempre la maltrató, al menos desde que tengo uso de razón, pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que fue así desde el principio. Esa noche… Quizás se le cruzaron los cables o algo…
No pudo seguir hablando. Una lágrima caía por su mejilla y se llevó las manos a la cara, frotándosela mientras respiraba profundamente.
-Lo siento mucho, Irene…
Retiró las manos de su rostro, mirándolo con rabia contenida.
-Era un verdadero cabrón. Las cosas como son.
Looker no supo qué decir, así que se limitó a asentir.
-Gianni es un psicópata, no lo podemos negar. Sin embargo, he podido comprobar que siempre tenía un motivo para matar. No parece ser el caso de Giulia, al menos a simple vista, pero creo que tuvo que haber una razón de peso tras ello.
-La odiaba, Looker. La odiaba. La trataba a palos, al igual que a mí. La odiaba por existir, como a mí.
-Pero tardó años en matarla. Si tanto la odiaba…
-Igual que conmigo. Llevo años huyendo y aún estoy viva.
-¿Pero por qué tanto tiempo? –se extrañó él.
-Porque le gusta vernos sufrir.
Looker suspiró, apesadumbrado.
-Lo siento. De verdad. Cada vez tengo más ganas de pillar a ese…
Se contuvo para no decir una palabrota.
-Comparto el sentimiento –admitió Irene, con un extraño tono de rabia que Looker no había escuchado antes en ella-. ¿Qué? –preguntó seguidamente, perpleja ante la mirada sorprendida del policía.
-Hablas como Ingo.
-¿Qué dices? –frunció el ceño.
-¿Ves? Lo has vuelto a hacer.
-No jodas.
-Eres como él.
-Te la estás buscando…
-¡Clavadita!
Irene deseó romperle la cabeza a Looker. Al menos había conseguido liberar un poco la rabia que llevaba acumulada.
-¿Pero no lo admirabas tanto? –se burló el policía.
-Él es demasiado interesante. Imitarle sería destrozar su increíble personalidad.
-Y lo dirás en serio…
-¿Qué problema tienes? –amenazó ella.
-¡Ninguno! Gracias por tu colaboración, buscaré una razón por la cuál mataran a Giulia aunque tú digas que no, porque tiene que haberla, sé que la hay. Que tengas un buen día –se apresuró a decir Looker, echándola de allí.
Irene salió de las oficinas de la policía de morros. Aquella salida había sido cuanto menos brusca, pero al menos la conversación había ido mejor de lo que se temía. Esperó que a Looker le sirviera de algo la información que acababa de obtener.

6 comentarios:

  1. El siguiente por favooor!!
    Me encanta, me encanta *-*
    Y me emocionan mucho las conversaciones entre Ingo e Irene.

    Jo, no sé qué más decir aparte de que me gusta mucho XDD
    Sigue así ^^

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  2. Que sepas que has conseguido tenerme toda la tarde enganchada leyendo un capítulo tras otro. No he podido parar hasta llegar al último publicado. Sí, llego un poco tarde pero... Si hay que buscar algo bueno a eso, es que he podido disfrutar de más material acumulado para leer de golpe.
    Lo primero, un aplauso por los personajes. Es lo primero que me decide por una historia: si los personajes no me llegan, ya me decepciono. Pero desde el principio me he sentido interesada por Irene, por Looker, por Ingo, incluso por Emmet y Smith, aunque sean más secundarios. Sabes darles personalidad, y que lleguen con naturalidad, ellos y sus relaciones, que no se ven forzadas :)
    Y luego, la historia de trasfondo también está trabajada, con toda la intriga de la investigación y el asunto de la mafia... Pfiu, Irene admira mucho a los "importantes" como Ingo, pero desde luego ella es admirable, todo lo que ha soportado en vida... Realmente parece que los dos tienen bastante en común y que muy es probable que sean capaces de ayudarse mucho al uno al otro. Ojalá sea así,porque se lo merecen >.<
    Y Looker y Emmet, ambos son un encanto y me gusta que se les tenga en cuenta y que también sean un importante apoyo para Irene e Ingo respectivamente.
    Deseando leer más, a ver qué ocurre con todos ellos y con el tema del padre de Irene, que pone los pelos de punta... :S

    ps. Y que sepas que me tuviste mirando nombres de pokemons en Google para saber cómo eran Chadeleur y compañía XD Y sí, también cayó lo de mirar fanarts de los gemelos XDD

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    1. Me alegro muchísimo de que te haya enganchado ;v; Como ya te dije, me preocupa resultar pesada...

      No eres la única que ha tenido que buscarlos xD Al principio me planteé subir links con imágenes o incluso poner alguna descripción extra, pero los lectores me dijeron que se apañarían para buscarlo por su cuenta, así que no lo hice xD

      En fin, muchas gracias por leer y comentar *v*

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  3. Ea, ya voy al día con tu fic ;)
    Pues me está gustando bastante, sinceramente. Y como ha dicho Lau, les das personalidad a Looker, Ingo... (Que por cierto, la teoría era cierta... Ingo es... ¡¡un germano!! xD).
    Tengo ganas de más~ :D

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    1. Claro que es un germano, lo lleva escrito en la cara :D
      Gracias ^^

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