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miércoles, 4 de abril de 2012

Capítulo 2: Unova.


-¡Unova! –exclamó Looker mientras desembarcaban-. ¿No es una región increíble? ¡Me da escalofríos! Tanta ciudad enorme y respetable, la diferencia cultural, la diversidad de gente… ¡Aquí encontrarás personas de todos los lugares del mundo! ¡Y algún italiano habrá también!
Ante la notable emoción del policía, Irene sólo dijo dos palabras al bajar del barco.
-…Puto frío.
Un lago silencio se interpuso entre ellos. Looker pensó que quizás el cambio brusco de temperatura, de un clima tropical a un otoño frío, impedía a Irene admirar la grandeza de la nueva región. Por el contrario, ella murmuraba comentarios sobre el tiempo para evitar dejar en evidencia el terrible miedo que la invadía. Era viajera por imposición y estaba acostumbrada a la cultura de Hoenn. Unova era todo un misterio para ella: un enigma que había llegado sin avisar, mostrando las afiladas garras del desconocimiento. Aquella multiculturalidad que maravillaba a Looker significaba para ella una distancia personal aún mayor: no había una forma de vida única y fija a la que ella pudiera aferrarse en caso de necesidad. Ciertamente se sentía perdida, aunque no tenía más remedio que seguir adelante: regresar a Hoenn suponía enfrentarse a una mafia que la buscaba con ahínco. Caminó hacia delante mientras tiritaba de frío, frotándose los brazos en un vano intento de entrar en calor. Siguió al policía como pudo entre la marea de pasajeros, maldiciendo su largo pelo rojizo, que el viento se empeñaba en colocar en su cara para cubrirle la visión.
Caminaron por el enorme puerto de Castelia. El tamaño de dicho puerto era un reflejo de las dimensiones de la propia ciudad, una megaurbe repleta de rascacielos que formaban el centro financiero de la región. Por el muelle se movían numerosos viajeros, muchos de los cuales eran entrenadores pokemon. Looker le dijo que no debía temer nada, pues la seguridad allí era muy alta y no aparecería ningún matón. Un poco más adelante, al salir del puerto, pasaron por un control policial, prueba irrefutable de que las palabras del agente eran ciertas. No tuvieron ningún problema con el control, pues el equipaje que llevaban –una pequeña maleta propiedad del policía, y la mochila de Irene- no contenía nada peligroso. Además, la documentación de Looker los ayudó considerablemente en la tarea de que pronto los dejaran en paz.
Una vez pasado el control, salieron a la propia ciudad y se dirigieron al Centro Pokemon. Para Irene, aquello era todo un mundo nuevo: hasta la mayor de las ciudades de Hoenn era un pueblecito al lado de Castelia. La avenida que rodeaba el puerto era inmensa: una carretera con seis carriles repletos de coches de todos los colores, que se desplazaban hacia todos los lados en una marea tan solo detenida por unos semáforos que permitían cruzar a los peatones cada pocos minutos. Estos últimos fascinaron a la joven: en un grupo de alrededor de cincuenta personas, que esperaban para cruzar la calle, pudo observar la mayor variedad de rasgos físicos, ropa y personalidad que hubiera visto jamás. Cuando el semáforo dejó pasar a los viandantes, Looker e Irene se vieron arrastrados por el grupo. Permanecieron lo más cerca posible el uno del otro, hasta que, para su alivio, consiguieron atravesar la calle. En aquella acera se encontraban edificios que albergaban numerosas tiendas de diversos productos. Todo era brillante, ruidoso y veloz. Veinte minutos después, tras sortear numerosos obstáculos en forma de personas descuidadas, árboles y algunos pokemon traviesos, llegaron por fin al Centro Pokemon.
Una vez allí, ambos dejaron descansar a sus equipos tras el largo viaje: Looker poseía un Croagunk, mientras que Irene contaba con Skarmory, Gardevoir y Blaziken. Fueron a la cafetería y se sentaron en una pequeña mesa roja en la esquina para tomar algo y calmar el hambre. El policía sacó de su maleta un ordenador portátil con el que se ensimismó mientras comía su sándwich. La joven, por su parte, se dedicó a observar a la gente que había a su alrededor. Todos los entrenadores le parecían felices. Desde muy jóvenes salían de viaje junto a sus pokemon, hacían amigos, combatían y aprendían muchísimo al interaccionar con gente de otros lugares. Incluso se rumoreaba que algunos de esos críos se habían enfrentado a organizaciones criminales y los habían vencido. Sin embargo, pensó ella, esas organizaciones se centraban en los pokemon y no llegaban a cometer delitos graves. Se había creado así una sensación de seguridad que formaba un falso mundo feliz: todos confiaban su protección a sus compañeros pokemon y, como nunca pasaba nada grave, la gente bajaba la guardia.
Ella los envidiaba. Lo que más deseaba era formar parte de ese mismo mundo seguro y alegre, donde nadie temía por su vida. Desafortunadamente, pertenecía a ese pequeño porcentaje de gente que se integraba en un estilo de vida mucho más oscuro, oculto a la mayoría y muy marcado por la violencia. La gente normal ignoraba la existencia de esta subcategoría social porque temían admitir que la gente moría y que los delitos graves aún tenían lugar. Se empeñaban en creer que las guerras eran cosa del pasado. Por suerte, había un tercer grupo de gente: el de los policías, que no pertenecían a la violenta parte de la sociedad, pero conocían su presencia y protegían al resto del mundo. Sufridos policías, pensó Irene, pues nadie les agradecía esa protección, ya que ni siquiera sabían que existía.
-Gianni Bianchi –dijo de repente Looker.
Irene dio un respingo por la sorpresa, estando a punto de caerse de su asiento. No había esperado que Looker le dijera algo así, sin previo aviso. Con notable incomodidad, respondió:
-¿S-sí?
-¿Cuál es tu relación con él?
Ella tragó saliva. Cuando fue a contestar, notó la garganta seca y logró, con mucho esfuerzo, articular la respuesta:
-Es… mi padre.
En el rostro de Looker apareció un leve gesto de sorpresa.
-Vaya. Era obvio que era un pariente tuyo, pero… No esperaba esa respuesta.
Irene apretó los labios. No sabía cómo reaccionar ante aquella situación.
-Así que la hija del jefe de la mafia… Eso explica esa fijación suya por encontrarte. Deduzco que huiste de él, ¿me equivoco?
-No, estás en lo cierto. Y ojalá no fuera hija suya.
-¿Pero qué hiciste? ¿Por qué parece tan enfadado contigo como para buscarte y querer hacerte daño? –preguntó el policía, intentando tantear un terreno poco conocido para él.
La chica lo miró fijamente. No sabía si debía responderle o no. Tras unos segundos, cuando Looker pensó que ya no recibiría una respuesta, ella dijo amargamente:
-Existir.

Un rato después se dirigieron a la oficina de la policía más cercana, situada en un rascacielos en una de las calles principales de la ciudad. Mientras callejeaban y sorteaban algunos peatones, Looker le explicó a la joven que él tenía el deber de colaborar con la policía local y regional para poder trabajar sin problemas.
-¿Por qué hemos venido a Unova?
-Para protegerte, obviamente –explicó él-. Estamos muy lejos de ellos y dudo que vengan hasta aquí.
-No estoy tan convencida de ello. Además, será difícil para ti seguir investigando.
-¡El mundo está globalizado! –exclamó, sonriente-. Tengo agentes trabajando en Hoenn. Ellos nos enviarán la información por Internet y nosotros ensamblaremos las piezas desde aquí.
-Ya veo.
Looker tardó alrededor de dos horas en hablar con los agentes de la policía de Castelia, explicarle la situación en la que se encontraban y conseguir un pequeño despacho para trabajar. Una vez sentados en la mesa de una diminuta sala bien iluminada, Looker abrió de nuevo su portátil y le comentó a Irene lo que había descubierto hasta el momento.
-Tratamos con una mafia de origen italiano, cuyo jefe es Gianni Bianchi. Hace treinta años se establecieron en la región de Hoenn, donde han llevado a cabo casi la totalidad de sus acciones. Negociaron con varias empresas de construcción, ferrocarriles y náutica, sobre todo con relación al tráfico de droga. Es obvio que empleaban sus métodos para asegurarse de que dichas empresas despejaban el camino de entrada de la droga a la región. Tienen a más de cien hombres trabajando directamente en la mafia. Son tanto de Italia como de Hoenn, la mayoría matones que emplean métodos muy violentos con sus víctimas.
-Torturas y asesinatos. Los descuartizan –murmuró ella, cerrando los ojos con gran pesar.
Apoyó los codos contra la mesa al notar que se mareaba, y un recuerdo le vino a la mente durante un instante. Looker siguió hablando y ella lo agradeció en silencio, esforzándose por seguir la conversación y no pensar en lo que no debía.
-Exacto –dijo el policía, concentrado en la charla-. Y mueven una enorme cantidad de dinero al año. El problema es que, como tú, no paran de moverse: es imposible pillarlos porque van traficando de un sitio a otro. Tienen gran cuidado de no desvelar su próximo destino a más de unos pocos miembros selectos, del más alto rango. Por eso a mis compañeros infiltrados les es tan difícil hacernos llegar los siguientes destinos, siendo muchas veces demasiado tarde.
-Mucho me temo que no puedo ayudar en eso.
-Bueno, no esperaba que tú lo supieras –la excusó, con una sonrisa-. La clase de información que quiero conseguir de ti es otra, no voy a pedirte que me digas por dónde se van a mover.
Irene asintió en silencio. Siguió escuchando lo que le decía Looker, atenta por si había algún detalle en el que pudiera aportar algo de información. Poco a poco fueron poniendo algunas cosas en común, y la joven empezó a sentirse útil por fin.

De vuelta al Centro Pokemon, ya de noche, recogieron sus equipos pokemon. Decidieron sacarlos de sus pokeballs para cenar todos juntos. Looker pudo comprobar que Irene estaba muy unida a sus compañeros de viaje y se comprendían a la perfección, a pesar de la ausencia de palabras.
-Tus pokemon son grandes y fuertes –observó el policía mientras cenaban-. Supongo que habréis viajado mucho.
-Sí –dijo mientras acariciaba con ternura a Skarmory, que intentaba jugar con ella robándole la comida.
-¿Cuántos años lleváis juntos?
-Mmm… Cerca de once.
-Vaya, es mucho tiempo. ¿Qué edad tienes?
-Diecinueve –respondió, riendo levemente.
Skarmory aprovechó que su entrenadora estaba distraída para coger con rapidez un trozo de pan, que devoró con alegría.
-Es decir, que llevas con ellos desde los ocho años.
-Sí. Desde que huí.
-Eras bastante pequeña –señaló, sorprendido.
-No me quedaba otra.
-¿Y antes viviste con tu padre?
-Sí –respondió lacónicamente.
-¿Cómo era antes tu vida? Quizás me sirva para…
-No –respondió ella bruscamente-. Mi vida privada no te servirá de nada.
-Eso no puedes saberlo, cualquier cosa podría serme útil.
-Apenas llevamos juntos una semana desde que nos conocimos. No pienso contarte nada de mi vida privada. ¡Si ni siquiera sé quién eres tú!
Hubo un breve silencio. Irene siguió jugando con Skarmory, pues le daba vergüenza hablar de ella misma, y trataba de evitar recordar su pasado. Tampoco le gustaba tener que ponerse borde con los curiosos. Sabía que Looker quería ayudarla, pero no se sentía preparada para contarle ciertos hechos de su vida, por mucho que pudieran ayudar a la investigación.
-Está bien, Irene, tienes razón. Perdóname si te he molestado, no era mi intención. Tu vida privada es asunto tuyo, y también es cierto que apenas sabes nada de mí. Es lo que tiene ser agente secreto, no puedo ir por ahí exponiéndome.
Los ojos marrones del policía miraron fijamente a la muchacha, que pareció aceptar las disculpas en silencio.
-¿Qué quieres saber? –la animó a preguntar.
Irene reflexionó acerca de qué le intrigaba más sobre aquel hombre. Mientras pensaba, golpeaba la superficie de la mesa con los dedos, creando un pequeño ritmo.
-Pues… -se atrevió a decir por fin-. ¿Qué edad tienes?
Looker rió.
-Esperaba una pregunta más indiscreta.
-No soy cotilla.
-Vale, me parece bien. Tengo 42 años.
-Te conservas bien –comentó ella, observando detenidamente el rostro del policía.
-Gracias –rió él. Notó que su ego subía.
-Y dime… ¿Llevas mucho tiempo trabajando como policía internacional?
-¡Oh, sí, toda la vida! Pronto harán 20 años. Empecé siendo bastante joven, como puedes ver.
-Vaya… ¿Es difícil?
-No es fácil, pero me gustan los enigmas y los retos. Y viajar –añadió, haciendo un gesto enfático con las cejas.
Irene se estaba divirtiendo. Si lo que le contaba Looker era cierto, podría preguntarle muchas curiosidades acerca de otros países que hubiera visitado.
-¿Hablas muchos idiomas?
-Por supuesto. Entre ellos inglés e italiano, pero conozco más. ¿Qué hay de ti?
-Solo los que has mencionado. Me gustan los idiomas, pero no he tenido oportunidad de aprender más.
-Cuando seas libre podrás aprender muchas cosas.
La joven sonrió, pensando en ese deseado concepto de libertad.
-¿Tienes alguna relación? ¿Algo estable? ¿Estás casado o algo?
-¿Tienes algún interés especial en ello? –preguntó él, intentando tomarle el pelo.
Como ella era malísima para pillar indirectas, puso cara de no haber entendido nada.
-Es simple curiosidad… No sé si es fácil tener una vida normal viajando tanto –explicó, un tanto confusa. Se rascó la cabeza, peinando con los dedos su larga melena pelirroja.
El rió y contestó:
-No. No tengo nada en especial con nadie. Como bien has dicho, viajo demasiado.
-¿Y no te sientes solo?
Looker sonrió sinceramente.
-A veces un poco, pero estoy demasiado ocupado con mis casos.
-¿Has resuelto muchos? –dijo emocionada. Admiraba mucho a los policías que resolvían casos difíciles.
-Oh, sí –respondió Looker con un tono de misterio.
Se acomodó en la silla con un gesto de orgullo y se preparó para contarle algunos de sus mejores casos.



Espero que os guste, y gracias por leer *v*

Spoilers del 3er capítulo (llamadlo 'teaser', si gustáis): se titulará "El caso del loco en el metro". Starring Looker, Ingo and the mocho.

9 comentarios:

  1. Una vez más, ¡buen trabajo!
    Me has dejado en ascuas -que no en rueda fuego- con lo de "the mocho"...

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    1. ¡Gracias!
      Es lo que tiene invitar a artistas tan famosos como "the mocho", que le dan fuego al asunto.
      La parte mala es que contratarlo me ha dejado sin calderilla.

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  2. Joo pobre Irene ;__;
    ¡Espero que Looker consiga ayudarla! >< (o Ingo, que aparece en el próximo *-* (junto a the mocho))

    Va muy bien, me gustan mucho los diálogos sobre todo ^^

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    1. Yo no digo ná, que lo que diga son spoilers. Así os dejo with the intriga. *complejo de Moffat*

      Ah, me alegro de que te gusten los diálogos, pensé que serían aburridos :')

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  3. Me gusta este mundo alternativo de Pokémon :) muy buenos relatos, estoy deseando leer el próximo y ver que le ocurre a Irene

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    1. Ay, muchas gracias *^*
      Me alegro de que te guste, no estaba segura de si me iban a apedrear por trastocar el típico mundo feliz de Pokémon... xD

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  4. Magnífico.
    Quiero mááááááás I-I

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  5. Vale, no está nada mal. Creo que haces breves descripciones concisas que hacen que el lector no se aburra y quede todo clarísimo. Veo perfectamente a los personajes, sus personalidades, en todas las conversaciones. Está muy bien redactado y creo que la cosa va a ir a mejor. Es cierto que a veces me pierdo con nombres, porque no juego a pokemon desde hace "mocho" y tengo al lado google para que me muestre imgs xDD Pero vamos, eso es cosa mía. Espero seguir esta historia, aunque sea poco a poco, y ver como se van desarrollando los personajes y sus relaciones ;D

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    1. Me alegra mucho saber que las descripciones no aburren :'D
      Había pensado al principio en poner imágenes y demás de los personajes, pero al final me dijeron que no hacía falta, que ya os buscaríais la vida. Espero que no sea muy lioso >.<
      Gracias por el comentario :)

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